El destino efímero de estos artículos es el de ser leídos e influir en el lector y, quizá, persuadirle, sin catequizarle ni intentar ‘convertirle’; los articulistas de opinión estamos presentes en el estilo de nuestros escritos, así como en la elección de temas, que no siempre surgen de la inmediatez del acontecimiento, pero que, cuando lo hacen, se alimentan de los resquicios de nuestra predisposición. Lo nuestro es escribir con palabras idealmente idóneas e interesar a los lectores en esta conversación sin respuesta inmediata.
¿Hubo, hay en mí la voluntad consciente de hacer de mi existencia algo personal, independiente del albur de sucesos incontrolables? Si en algún momento fui consciente de que mi historia no podía consistir en aconteceres y voluntades ajenas, y elegí, por ejemplo, estudiar a fondo, pintar, escribir, o bien, algo más efímero, pero hecho en plenitud de voluntad y esfuerzo: arreglar el jardín, limpiar la casa, cocinar para todos, tal elección lúcida, en su inevitable paso, es un momento, un día, un ciclo vivido en plenitud, si en ella comprometí mi libertad. Elegir conscientemente: escoger algo que implique el momento, la hora, el día, ¡tiempo irrecuperable!; responder a tal compromiso en la renuncia a cualquier seducción que nos acose en ese mismo instante, si mi elección compromete, no ya una mañana, ni un día, ni mil: si exige tiempo y se sostiene en él, mi ser se definirá en el difícil empeño de una voluntad seriamente sostenida.
Encuentro en mis artículos la expresión de mis propias dudas existenciales, la aspiración íntima a generar en el lector interrogantes relativos a nuestro existir cotidiano e iluminar el sentido de este pasar personal, social, político, contagiándolo del ansia de entenderlo y entendernos, de vivir nuestra vida intensamente, de conocernos y conocer, de comprender y trabajar por todos: de vivir con bondad.
Si mi historia es solo la de las cosas que pasaron y pasan; si se resume en hacerme la ilusión de que me sucedieron, y de que mi presente depende de cuanto ocurre a mi alrededor, ¿qué papel jugó y juega en ello mi libertad? Nuestros acostumbrados y expresivos –‘¿cómo has pasado?’ con sus correspondientes–‘más o menos’, -‘así, así’, o los eufóricos –‘¡bestial!’, -‘¡divino!’, en referencia a acontecimientos que nos dan la ilusión de haber sido elegidos, aunque los hayamos vivido al margen de nosotros mismos y constituyan, en rigor, lo deleznable de nuestra historia personal, dan pie a preguntarnos dónde reside, en esta forma nuestra de ’pasar’, la elección consciente, libre, que caracteriza lo humano.
Nuestra historia no consiste en aconteceres y voluntades ajenos; vivir nuestro tiempo asumiéndolo con voluntad y esfuerzo hará que experimentemos nostalgia y melancolía ante cualquier circunstancia que nos distraiga de lo elegido. No lo que nos pasa, sino lo que provocamos con nuestro quehacer, en respuesta a una llamada, a una vocación, sustenta nuestra vida. No más.