Stratocaster, una guitarra que no envejece

Fender stratocaster. Foto: wikicommons

Fender stratocaster. Foto: wikicommons

Puede que no se haya percatado, pero una guitarra Fender, y especialmente una del modelo Stratocaster, ha sido desde hace 60 años el motor de su banda sonora. Es que desde que Leo Fender, un luthier de California, imprimiera en 1954 su nombre en esas primeras ‘Strat’ -como las llaman los entendidos- el mundo de la música moderna cambió y evo­lucionó gracias a sus distintivos sonidos.

En los 50 la popularizó Buddy Holly, mientras que en los 60 sus capacidades tonales se dispararon cuando guitarristas tan disímiles como Jimi Hendrix, George Harrison, Bob Dylan, Pete Townshend o Eric Clapton las usaron y dieron vida -o muerte, si recordamos cómo Jimi las quemaba o Pete las destruía en vivo-.

En los 70 pasó por diversas corrientes de rock, funk y pop como las de David Gilmour, Nile Rodgers o Peter Frampton. Con el cambio de década incluso llegó a colarse en el mundo del heavy metal gracias a Iron Maiden, Stratovarius o al mismo Eddie Van Halen. Ni se diga en los 90, cuando Kurt Cobain volvió a conectarla con ese sabor punk que Johnny Ramone le había dado dos décadas atrás.

Y la corriente continúa en el nuevo siglo. Esta guitarra se reconoce en el sonido blues de John Mayer, en el rock de John Frusciante o en el pop de Niall Horan (One Direction).

La lista de usuarios Fender es larga y cada uno de ellos solo demuestra que pese a que este año se cumple su aniversario de diamante, la Stratocaster sigue tan jovial como en los 50. De hecho, los modelos que vinieron después de las primeras series aún conservan a gran escala la misma electrónica y el diseño de sus años mozos.

“Le pegaron al sonido exacto”, asegura Efrén Gordillo, músico y dueño del almacén UIO Guitars. Mientras sostiene una versión de aniversario de la legendaria guitarra de 1954, recuerda la racha de innovaciones de Leo Fender desde 1946, cuando diseñó el primer amplificador de tubos hasta finales de los 50 con la llegada de sus guitarras y bajos.

Según Gordillo, por todas las innovaciones de diseño, tono y comodidad, un instrumento Fender de antes de 1959 con piezas originales, puede costar no menos de USD 50 000. Aunque esa cifra pueda sonar exorbitante, una de las decisiones empresariales que hicieron que Fender pudiese competir con empresas como Gibson (creadores de la Les Paul) -que le llevaban un siglo de ventaja-, fue el hecho de ofrecer modelos de buena calidad y asequibles para todo tipo de bolsillos.

Así como existen Stratocasters de los 50 o 60, en las que cada espacio despintado por el tiempo le añade más cientos a los precios -que en el mercado ecuatoriano pueden encontrarse hasta en los USD 4 000-; también existen modelos que pueden costar USD 500. Claro, cada guitarra es diferente. La fabricación de estas guitarras sigue siendo hasta el día de hoy, en gran parte, un proceso manual.

Diseño eterno

Aunque hoy en día ver una guitarra tipo Stratocaster sea una cuestión casi habitual en los conciertos, en el momento de su lanzamiento, en 1954, su diseño, como bien explica el guitarrista Esteban Acosta, era una cosa futurista. En aquellos años era muy difícil encontrar un instrumento que mantuviera una afinación adecuada.

Eso cambió con la ‘Strat’ que aparte de la seguridad de su sistema de afinación introdujo una barra de vibrato (whammy bar) cuyo diseño permitía llevar el efecto a niveles inéditos. Fue tan útil para bandas pop como Beach Boys y para músicos como Hendrix, cuyo sonido se basaba en este aporte, que en sus manos podía emular el sonido de bombas explotando.

Otro punto a su favor era su cuerpo liviano y cómodo para tocar ya sea de pie o sentado. Además, y como hito más importante, están los tres micrófonos sencillos; con ellos se pueden obtener cinco tonos diferentes que pueden ir desde la dulzura del blues hasta el desgarro del grunge.

Por ahí se puede entender los romances que tienen los guitarristas con sus instrumentos. Es una experiencia táctil muy similar a la de manejar un auto. Así como los expertos en motores reconocen diferencias en el crujir de los arranques, los guitarristas sienten las diferentes resonancias del cuerpo y del cuello de una Fender al rasgar sus acordes.