¿Sería capaz de comerse una hamburguesa de cuatro pisos. Cada uno con carne, queso, tomate, lechuga, tocino y bañada en salsas?
Si su respuesta es positiva, debe dirigirse al norte de Guayaquil, donde la venden a USD 13. Viene acompañada con doble porción de papas fritas y un refresco, para que resbale.
Se llama Ataque al Corazón y es una de las ofertas de Hamburguesas de Infarto, local que abrió hace tres meses y se caracteriza por su comida gigante y la ambientación que asemeja a la sala de espera de un hospital.
“Acá tenemos más implementos que en el IESS”, bromea Cristian Márquez, uno de los tres hermanos dueños del local. Al ingresar, una mesera vestida como personal médico le ofrece ponerse una bata clínica, los batidos vienen en botellas de laboratorio y, si desea, puede pesarse, tomarse la presión o usar una silla de ruedas.
“El guayaquileño es bastante hamburguesero, hay lugares con carretillas en cada esquina”, señala Márquez. Por eso escogió este tipo de comida rápida, luego de tener un restaurante que cerró a causa de la pandemia.
Lo de la ambientación vino luego de estudiar varios locales temáticos en el país y en el exterior. “De acá la gente se va feliz por la comida y la experiencia, que era nuestro objetivo al abrir”, asegura.
Con un toque gourmet
Junto con el tamaño, también creció la sofisticación. Las ofertas de hamburguesas en las calles de Guayaquil incluyen un sinnúmero de variedades, tantas como la creatividad del autor.
Las hay con piña, cebolla caramelizada, cebolla frita, salprieta, vegetarianas y hasta kosher, que son preparadas de acuerdo con los requisitos y las tradiciones que contempla la religión hebrea.
“Acá hay el concepto errado de que lo gourmet es chiquito, porciones pequeñas”, asegura Micaela Márquez de la Plata, propietaria de Amor de Chanchos, que ofrece como especialidad de la casa las hamburguesas de carne de cerdo.
Márquez de la Plata cuenta que su local nació en la pospandemia. Ella y su esposo se dedicaban a la venta de hamburguesas congeladas. Las ofrecían de carne, cerdo, pollo, camarón y vegetarianas.
Con la pandemia crecieron mucho con los pedidos para llevar. Cuando las restricciones disminuyeron, sus clientes fueron quienes les pidieron que abrieran un local.
“Yo, como vengo de familia manabita, hice algo con salprieta”, recuerda. Su esposo incluyó sus raíces árabes en el menú. El resultado fue unas hamburguesas de carne de cerdo que son tan grandes que deben ser servidas con un cuchillo parrillero incrustado, para que lleguen a las mesas sin desarmarse.
El sabor
Márquez de la Plata y Márquez coinciden en una cosa, el secreto del sabor está en la carne, el corazón de la hamburguesa. Eso es lo que las hace únicas y logra que el cliente las recomiende y vuelva.
“Cuidamos que nuestra carne sea jugosa, sabrosa. Es la base de todo”, sostiene Márquez.
Para Micaela esa es la apuesta correcta. “Muchos creen que el sabor está en las salsas y le ponen cosas, pero no es por ese lado”.
Los guayaquileños, sibaritas y gozadores, les dan la razón. “Si la carne es seca, es mala”, asegura Danna Vera. Dice que es por esto que prefiere comer en una carretilla o en un local artesanal antes que en una cadena de comida rápida.
“Me gusta con huevo frito, algo saladitas. Eso hace más jugosa a la carne”, comenta Abel Franco, que frecuenta una carretilla que se ubica cerca de su casa, en el sector de Sauces, en el norte de la ciudad.
El amor por las hamburguesas nació en Guayaquil en las carretillas, que se colocan en cada esquina a ofrecer sus productos y luego se van como vinieron. Después, llegaron los locales y, finalmente, las cadenas de comida rápida.
Pero la ciudad y sus habitantes son fieles al primer amor, a esa hamburguesa artesanal hecha con receta propia y acompañada con cualquier cosa que le brinde un sabor más potente a la carne.
No importa si es en el local o en un banco plástico en la vereda, la hamburguesa debe ser grande y sabrosa. Es que en las calles y locales de Guayaquil, el tamaño de la hamburguesa sí importa, y el sabor también.