Las primeras horas del 2023 fueron ajetreadas para la Unidad de Quemados del hospital Francisco de Icaza Bustamante, en Guayaquil. Llegaron 17 niños con traumatismos por uso de pirotecnia; nueve de ellos sufrieron amputaciones debido a las quemaduras.
“Generalmente estos casos ocurren por un descuido que es solo cuestión de segundos, pero las afectaciones pueden durar toda la vida”, dice Luis Zavala Aguilar, líder del Centro Quirúrgico de este pediátrico público guayaquileño. Uno de los pequeños ya recibió el alta; el resto continúa en hospitalización.
Las causas son similares: niños que hurgan en los restos de monigotes en busca de camaretas que no reventaron, contacto directo con flamas o chispeadores y volcanes que afectan los ojos. Cuatro pacientes sufrieron traumas oculares y cuatro son tratados por quemaduras de segundo y tercer grado.
El cirujano Zavala explica que en una primera fase realizan limpiezas quirúrgicas. “Luego, según el grado de afectación, pasarán por varias cirugías antes de recibir el alta”.
El abordaje para las quemaduras es multidisciplinario. Cirujanos plásticos, traumatólogos, oftalmólogos, terapistas físicos para la etapa de rehabilitación, también sicólogos y siquiatras intervienen para dar acompañamiento a los niños afectados y sus familias.
La internación puede durar meses. “Las quemaduras de tercer grado son profundas. Hay que evaluar si producen escaras y si hay que volver a operar o aplicar injertos. Todo depende de la evolución y los niños siempre lo hacen de mejor manera que un adulto”.
80% de casos de quemaduras son por falta de precaución
La cirujana plástica Olimpia Trujillo tiene clara la causa de quemaduras en menores: el 80% es por falta de normas de precaución en el hogar. “Ningún niño debería manipular gasolina, fuego ni pirotecnia. Eso es responsabilidad de los adultos”.
Ella es parte del Servicio de Quemados del hospital Baca Ortiz, en Quito, que este 2023 recibió un paciente por lesión ocular debido a la manipulación de petardos durante los festejos de Fin de Año. Pero el resto de los meses, la unidad -que tiene capacidad para 13 pacientes- casi siempre está llena.
“En menores de 5 años la mayor incidencia es por líquidos hirvientes, cuando dejan las ollas en el piso, cuando hacen vaporizaciones o porque les dejan entrar a la cocina mientras están preparando alimentos. Eso se podría evitar con normas de precaución”, dice Trujillo.
En pacientes de mayor edad, las hospitalizaciones por quemaduras se originan por sustancias químicas, gasolina y fuego. Otra de las causas es la mala infraestructura de las instalaciones eléctricas.
“Los cables eléctricos muchas veces pasan por las ventanas o por las terrazas de las casas. Los niños, al jugar, topan estos cables de alta tensión con varillas. En estos casos hay que trabajar en la prevención con la Corporación de Electricidad y los bomberos”, aconseja la especialista.
El tratamiento en la unidad, entre cirugías e injertos de piel del propio paciente, puede tomar hasta tres meses. Son salas estériles, donde los niños tienen poco contacto con sus padres para minimizar el riesgo de infecciones. Luego el seguimiento en consulta externa puede durar dos años más.
Los casos más críticos son atendidos en Cuidados Intensivos. El Baca Ortiz ha recibido pacientes con quemaduras de hasta el 80% de su cuerpo, que no logran recuperarse y fallecen.
En Ecuador se usan injertos con tejidos de animales para tratar quemaduras
El Ministerio de Salud Pública cuenta con nueve unidades para el tratamiento de quemados. Esta Secretaría calcula que el costo unitario en promedio anual por la atención en cuidados intensivos para quemaduras es de USD 9 051.
El protocolo incluye limpiezas quirúrgicas, por lo general cada 48 horas. Según la evolución se realizan escarectomías o incisiones a través de las escaras para reducir la constricción de la piel. También se aplica injertos o colgajos.
Esta técnica, generalmente, se realiza con la piel del mismo paciente. Pero en unidades médicas particulares, como el Luis Vernaza, de la Junta de Beneficencia de Guayaquil, recurren a otros procedimientos, como el uso de matriz dérmica de origen bovino. Este es un material de alto costo.
Urbano Carpio fue uno de los beneficiarios. Hace un año sufrió quemaduras de segundo y tercer grado mientras trabajaba cerca de su casa, en el recinto Armería 2 de Salitre (Guayas). El 30% de su cuerpo sufrió lesiones luego de tocar accidentalmente un cable de alta tensión mientras recolectaba mangos.
Durante cinco meses permaneció en casa, sin un tratamiento específico debido a la falta de recursos. Fue así hasta que una brigada de la Junta de Beneficencia ubicó su caso y lo trasladó al Luis Vernaza.
Allí permaneció tres meses; en las primeras 48 horas estuvo en una sala especial de hidroterapia para tratar la infección. Luego empezó un ciclo de cirugías y ahora acude periódicamente a controles de rehabilitación.
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