Primero, la gran asistencia de ciudadanos al proceso electoral del domingo 5 de febrero del 2023. El ausentismo habría sido inferior al 20 por ciento, cuando el corriente ha estado alrededor del 30%. Se debe a la desesperación por encontrar quien le defienda de los asesinatos de todos los días, especialmente en las provincias costeras, junto al convencimiento de que el gobierno ha perdido la batalla.
Luego, el golpe demoledor al partido Social Cristiano en Guayaquil, que pierde su base fundamental para mantener su presencia gravitante en la política nacional. La señora Cynthia Viteri echó por la borda los éxitos de León Febres Cordero y de Jaime Nebot en la alcaldía. Su campaña dominada por el espectáculo grotesco y la ausencia de mensaje, más un paupérrimo resultado de su gestión, salpicada de corrupción, han provocado esta catástrofe. Por cierto, la imagen fresca del candidato correísta, un empresario exitoso y vicepresidente del Barcelona, ha contribuido a su triunfo.
Quito también ha caído en la órbita de Correa con un profesional de personalidad propia, pero considerado incondicional del caudillo. Lamentable realidad si se tiene en cuenta que Quito ha sido el centro del combate al autoritarismo y la corrupción. Y confirma, penosamente, que la capital carece de liderazgo y continúa sumida en el fango de protervas ambiciones y mezquinos intereses.
Finalmente, Guillermo Lasso ha recibido un golpe que podría ser mortal, porque la ciudadanía le atribuye la responsabilidad en este batacazo correísta, causado por la total ausencia de conducción política, cero obra pública, aumento brutal de la inseguridad, falta de medicinas en los hospitales, y encerramiento en el círculo de amigos y allegados. Sus logros en la vacunación anti-covid, ordenamiento de las finanzas públicas, mejoramiento de la macroeconomía, apertura comercial y robustecimiento de las exportaciones no petroleras, han sido arrasados por el desastroso manejo político y notoria incompetencia de comunicación.