Poco se puede añadir a las múltiples cosas ya dichas sobre las dos semanas que concluyeron. Ya lo ríos de tinta han corrido y los análisis serios están hechos. Sabemos bien dos cosas. Que los subsidios no son sostenibles, ni justos, pero siguen ahí, porque no hemos encontrado ni oportunidad ni forma de buscar salidas inteligentes. Sabemos también que hay una ruptura profunda en el Ecuador que atraviesa todas las fibras tectónicas imaginables: raciales, regionales, urbanas/rurales, clasistas, ideológicas.
Y esa ruptura está impidiendo que funcionemos como país. La pregunta es qué vamos a hacer hacia adelante. Porque lo único seguro es que esa mayoría mestiza, que tanto quiere ajustar cuentas con esa minoría indígena que ocupó la ciudad y la sitió, ha mirado para otro lado por muchas décadas, olvidando la exclusión y la discriminación cotidiana de la que somos protagonistas o cómplices. ¿Cuándo hemos luchado por la acción afirmativa e inclusiva?
Ahora que afloró el racismo en todas sus formas y expresiones, quizá el primer paso es reconocerlo y trabajar en un proyecto de reconciliación nacional que repare décadas de discriminación y desprecio. No es una solución mágica, pero es un punto de partida para reconocer que tenemos un problema y que estamos dispuestos a resolverlo en conjunto. Los problemas estructurales del mundo mashi con el indígena siguen in tocados. Seguirán resurgiendo si todos no hacemos algo.
Pero nada se podrá lograr si el mundo indígena no está dispuesto a tender la mano y a escuchar y negociar su parte. ¿Es posible hablar de problemas reales, cotidianos, estructurales que se pueden solventar sin repetir arengas contra el neoliberalismo o el globalismo? Seguro su agenda de problemas y propuestas es mucho más grande y mucho más rica que la simple repetición del no al FMI y a los TLCs que ha sigo su consigna desde hace 30 años. El mundo ha cambiado mucho desde el Consenso de Washington en 1989, incluso desde la Crisis Financiera del 2008. Seguro tienen mejores ideas que la izquierda cultista y refranera que les rodea. Porque la verdad, la mayoría de países hacen sus propias recetarios de desarrollo económico, aunque los discursos digan lo contrario: un poco de neoliberalismo, otro poco de FMI, apertura a la nueva hegemonía china y la mayoría se adaptan a las circunstancias. Lo importante es la voluntad de dialogar, encontrar salidas, encontrarnos en un punto medio, reconociendo al otro y sus necesidades de producción, de trabajo, de integración que serán siempre diferentes del mundo indígena, mejor dicho, de los mundos indígenas, porque es claro que el movimiento indígena tiene grandes escisiones y también le es difícil construir una visión común sobre la democracia.
Los riesgos de no emprender un proceso sostenido de reconciliación nacional son enormes. En juego está la posibilidad de un país viable en el largo plazo.