Este es un buen día para reflexionar sobre el nuevo escenario internacional que le espera al Ecuador en la próxima década. Cada vez es más claro que el enfrentamiento entre Estados Unidos y China no va a amainar con la administración Joe Biden y la competencia internacional entre las dos potencias se volverá mucho más agresiva en muchos frentes. Por un lado, Estados Unidos sigue enfocando el tema en términos de seguridad y eso quiere decir que la estrategia presentada por el Pentágono apenas hace un año, “Por un Indo-Pacífico Libre y Abierto” llegó para quedarse. Esta estrategia implica fortalecer India y Japón, y tener una posición defensiva en el Mar de China Oriental y en Taiwán, que pondrá en permanente tensión militar a los dos potencias y sus aliados esenciales en el continente. Sobra decir que esto unido a las restricciones comerciales contra empresas ancla de China, especialmente la de telefonía celular y la tecnología 5G allí producida representan la mayor amenaza de confrontación desde la Guerra Fría.
China ha movido sus defensas a donde puede controlarlas: el Asia Pacífico. No sólo que ha consolidado sus cadenas de ensamblaje y valor en el Asia Pacífico, sino que éstas han consolidado tanto la relación con los países que forman el Acuerdo del Sudeste Asiático (ASEAN) que todos –con excepción de India- firmaron el famoso acuerdo comercial marco con China RCEP el pasado 15 de noviembre. RCEP se una a la compleja red de infraestructura, financiamiento y dependencia que sintetiza la estrategia de la Ruta de la Seda en Occidente. Y esto a su vez es el resultado del gran desarrollo tecnológico que representó estos últimos 15 años de desarrollo de cadenas globales de valor en el Asia Pacífico, que ahora concentra el 78% del alto valor agregado producido en el mundo.
Occidente –por el desastre que representó Trump para su propia política exterior- hundió su propia estrategia en el Asia Pacífico. La idea original tanto de EE.UU. como de aliados como Japón, Australia, Canadá y Chile era adelantarse a China y generar esas alianzas de cadenas globales de valor en el sudeste asiático vía el Acuerdo Transpacífico. EE.UU. pensaba poner contra la pared a China con este acuerdo y forzarle a reformar sus reglas de juego internas y externas. Dentro de China mismo, una facción reformista del Partido Comunista abogaba por más reformas de mercado y hasta pidió públicamente que China considere adherirse al TPP en su momento de gloria, cuando el acuerdo se firmó sin EE.UU. Pero ahora todo esto es historia. China ganó esta partida, el TPP tiene aún que ratificarse en algunos países, incluido Chile y México. EE.UU. todavía no ha tenido tiempo de definir una estrategia, lo que sí es claro es que no podrá volver los relojes a 2016 y el terreno perdido es prácticamente insalvable en este punto. América Latina debe una vez más optar por la no alineación y su papel en este nuevo escenario global.
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