Desde hace casi 20 años, la posibilidad de una izquierda de avanzada, realmente democrática y con posibilidades electorales reales ha sido una quimera en el Ecuador. Cuando pareció que esa quimera se hizo realidad y casi todos sus simpatizantes se subieron a esa camioneta en el 2006, los pocos sabios que se quedaron observando en la vereda sabían que no era de avanzada y muchos menos democrática. Tenía algunas taras del pasado, nuevas taras del presente pero sobre todo, tufo a gamonalismo stalinista.
Siempre pensé que la verdadera opción de izquierda era Pachakutik y el movimiento indígena. Yaku Pérez lo acaba de demostrar en las urnas captando casi el 20% del electorado y después de leer la investigación de Diana Dávila Gordillo, me quedó claro que es así. Pachakutik ha logrado históricamente adaptar su discurso y estrategia electoral para ganar apoyos de un electorado diverso pues, a pesar de las apariencias, su voto duro no es estrictamente étnico. Según Dávila, en muchas elecciones ha captado menos del 30% del total del voto indígena y siempre apelando a ofrecimientos programáticos, más que a cuestiones estrictamente étnicas o simbólicas. Tiene líderes hábiles y carismáticos, desde Yaku hasta Lourdes Tibán. Puede tener el mejor canciller indígena en Luis Felipe Duchicela la mejor ministra de Medio Ambiente en Nemonte Nenquimo o de Producción en Rosa Guamán.
La pregunta es qué le falta para ganar el poder nacional. La respuesta es muy simple: sus arengas anticapitalistas seguirán ahuyentando al electorado medio, incluso al más progresista de las clases medias e indígenas. Nadie olvida que todos los intentos de acabar con el capitalismo, desde Rusia hasta Corea del Norte, pasando por Cuba y recientemente Venezuela han sido procesos profundamente violentos, donde los más pobres terminaron en peores condiciones que durante el capitalismo más excluyente. Se olvidan que una política macroeconómica sana fue el mejor mecanismo que tuvo Evo Morales y el MAS para ganar consecutivamente elecciones, incluyendo la más reciente. El éxito de Yaku fue que en estos temas sonó más sensato e inclusivo que el economista Andrés Arauz, al explicar cómo se bajan las tasas de interés y renegociar con el FMI. Pachakutik puede avanzar en un camino que no sea de suma cero y que beneficiaría a todos, reclutar economistas realmente competentes que diseñen un programa económico que se apegue más a un capitalismo coordinado -no neoliberal- con estado de bienestar, con libertades, con inserción internacional. Ecuador ganaría tanto si en las próximas elecciones, la tercera vía de la que habla Yaku en su video de despedida se traduce en un programa de gobierno contemporáneo que deje atrás las arengas del No a todo, que sólo han llevado al país a bloqueos, crisis y un retraso económico y social de más de 20 años. Estoy segura de que muchos estarían dispuestos a arrimar el hombro por ese futuro más incluyente.