Lo que le pasa al Ecuador con Estados Unidos es la simple inhabilidad de unir puntos relacionados en el mapa, sumar dos más dos y establecer una estrategia adecuada para los intereses nacionales. Prefieren algunos ganar victorias rápidas y muy personales, aunque el país pierda en el largo plazo.
La estrategia de acercarse a Washington después del descalabro de la relación durante la década correísta era una buena idea, pero nada se hace con cuidado en el Ecuador. La visita de Mike Pence mientras se negociaba presencia militar en Galápagos envió mensajes contradictorios al resto de Washington que veía una conexión sospechosa entre el prurito ecuatoriano de deshacerse del problema Assange durante esos mismos meses y el entusiasmo de la Casa Blanca por el hacker, justo cuando se estaba preparando el informe Mueller sobre el complot ruso que ayudó Trump a ganar las elecciones en 2016. Y de pronto, en enero de este año, una visita presidencial a Washington, con una comitiva amplísima, donde la nueva canciller –perdón, embajadora- tomó prominencia y empezó a circular la idea de un tratado de libre comercio.
Cuando escribí que un tratado no estaba ni de lejos en agenda, la Cancillería se apuró a decir que en seis meses se concretaría. Lo que en verdad salió es sólo un protocolo que regirá el Consejo de Comercio e Inversiones de 1990, resucitado hace dos años para resolver temas pendientes comerciales estancados durante el correísmo. Hasta aquí todo bien, pero el cronómetro empezó a jugar en contra y el reloj debía pararse el 3 de noviembre de 2020 por varias razones. Primero, por delicadeza y respeto por el proceso político en EE.UU. pues todos quienes leen los periódicos sabían que se venía una transición disputada. Segundo, porque Ecuador estaba en deuda con los demócratas, por lo ya expuesto. Por último, se sabía que la Cámara de Representantes –de mayoría demócrata- estaría muy atenta a lo que se firme entre gallos y media noche por los precedentes que tiene la administración Trump y el gobierno del Ecuador, que hasta el final jugó mal con los demócratas en el tema presidencia del BID (¿ven que no atamos cabos?). Sobra decir que hicieron todo lo contrario, salón amarillo y todo. Y sorprende que el empresariado se haya dejado meter en esta encrucijada. Ahora el Comité “Ways and Means” de la Cámara de Representantes rechaza la firma de este protocolo por todo lo arriba mencionado. La carta es más un llamado de atención al Gobierno de Moreno que a la gestión de Lighthizer, que está de salida. Es decir acusan recibo de la indelicadeza de estas negociaciones de última hora por un gobierno que también está de salida. Me temo que esa carta sino redactada, al menos fue aprobada por quien será la nueva representante de comercio, Katherine Tai, así que: suerte reiniciando el acercamiento. Este análisis es gratuito para que le ahorren al país los 1.6 millones de dólares que piensan pagarle a Arnold, Porter y asociados por decirles lo mismo y seguro no lograr nada.