Las elecciones terminaron y Joe Biden es presidente electo de los Estados Unidos. Es hora de que el Ecuador ponga sus relojes a la hora y deje de repetir la muletilla de que las relaciones con Estados Unidos “nunca han estado mejor”. Bien puede ser así, pero ventilar esto en una transición difícil en EE.UU., con un país excesivamente polarizado es -por decir lo menos- desatinado. Es más, el Canciller y el Ministro de Comercio visitaron oficialmente Washington este 9 de noviembre, cuando los resultados de la elección apenas se conocían y en medio todavía de una disputa postelectoral que no amaina y el propio Departamento de Estado también entró a disputar la elección. Eso sin contar con que la embajadora Ivone Baki dio una entrevista en YouTube sobre las elecciones en EE.UU. la semana pasada, donde comentaba entre otras cosas, los grandes logros del presidente Trump, el voto latino y una vez más, la increíble cercanía de los dos gobiernos. ¿No es impropio pronunciarse -para bien o para mal- sobre los procesos electorales internos del país donde ejerce la representación diplomática? En el escenario que vive Estados Unidos, estos pequeños gestos pueden convertirse en un bumerán con la administración demócrata. Peor aún si se ha propagado la idea de que es la amistad personal de la embajadora Baki, la causa de la increíble cercanía entre los dos países. Si es verdad que ésta es la causa fundamental, Ivone Baki debería ser reemplazada inmediatamente de la transmisión de mando, la de Estados Unidos o la del Ecuador. En Washington, todos se conocen y la administración Biden no tomará muy bien que la gestión diplomática del Ecuador en Washington se haya alineado tan fácilmente con la administración Trump, especialmente después del historial ecuatoriano con Assange y la expulsión de diplomáticos durante la era Obama. El presidente Duque, a quien también se le pasó la mano en su filiación trumpista, tuvo que rápidamente dar un giro de 180 grados.
Tal vez lo más importante, es institucionalizar -no personalizar- la relación, especialmente en temas de fondo como un posible un acuerdo comercial. Valga la oportunidad para aclarar que el Ecuador no está negociando aún ningún tratado de libre comercio. El Consejo de Comercio e Inversiones Ecuador-EE. UU. es una instancia que permite resolver problemas, no una instancia de negociación de un TLC. Se necesita la autorización del Congreso estadounidense y las apropiaciones presupuestarias que oficialicen el equipo negociador. Supongo que es posible con la administración Biden, pero tomará tiempo y esfuerzo convencerla en medio de una pandemia y una recesión.
Los últimos 14 años, la relación bilateral ha sido un péndulo. De rompimiento, golpes de mesa, expulsiones a una amistad estrecha, pero sin mayores logros. Es hora de que Ecuador institucionalice una política exterior con EE.UU. para un largo plazo, transparente y objetivos claros, ojalá consensuada con las principales tiendas políticas que lleguen a la próxima Asamblea.