Sebastián Calero diseñó El Camarote en dos meses. El proceso de construcción duró alrededor de seis meses. Foto: Galo Paguay/ CONSTRUIR
Tras sortear el tráfico del centro de Quito y ver cómo el cemento -en diferentes proporciones- se toma la ciudad, una puerta eléctrica, en el valle de Los Chillos, se abre para dejar al descubierto una vivienda que fue construida respetando el entorno y a sus vecinos.
Se trata de El Camarote, la obra del arquitecto ecuatoriano Sebastián Calero que se adjudicó una mención de honor en el Young Architects in Latin America (Yala), evento colateral de la edición 16 de la Bienal de Arquitectura de Venecia.
La casa de 160 metros cuadrados fue edificada en un terreno adquirido por su abuela y, posteriormente, distribuido entre sus siete hijos.
La construcción está dividida en dos plantas, cada una con varios microespacios. Allí todo está al alcance de la mano.
La vivienda fue construida sobre plataformas de hormigón para aislarla de la humedad del piso. En la planta baja está la sala principal, el comedor, la cocina y una pequeña panadería. En la planta alta, a la derecha, hay una sala de estar y dos habitaciones.
La madera y el ladrillo están presentes en la vivienda. El mobiliario se acopló a la esencia de la casa. Foto: Galo Paguay/ CONSTRUIR
A la izquierda está el cuarto máster, que tiene su propia sala y baño. Allí son claros los microespacios. Quienes duermen allí se sienten como niños jugando en la copa de un árbol, pues además de la distribución de los espacios, El Camarote tiene a la madera como principal protagonista.
Esa sensación es reforzada por la presencia de árboles de diferentes especies y vegetación de menor tamaño, que prácticamente cubren el primero piso de la vivienda, que según Calero surgió como una crítica a las propuestas de construcción actuales.
El Camarote respeta el entorno, pues para edificarlo se estudió minuciosamente el terreno y sus alrededores. Se conservaron árboles y en función de esos se diseñó la casa, que maneja a la perfección el tema de lo público y privado.
Para llegar a El Camarote es necesario cruzar por parcelas con viviendas que también están en sintonía con el entorno y por un sendero rodeado por árboles de gran tamaño. Ese camino se asemeja al que conduce a Cayambe, solo que la calle es más angosta.
Tras dejar el auto en el parqueadero se cruza un campo cubierto de césped y allí, en un costado, está la casa semicubierta con vegetación, que también se puede apreciar desde el interior.
La casa de 160 m2 respeta el entorno natural. Está rodeada de vegetación propia del lugar. Foto: Galo Paguay/ CONSTRUIR
En esta casa también es protagonista el ladrillo, con el que se recuperan características de la arquitectura vernácula. “Esta vivienda rescata las virtudes de esa arquitectura, borrosas actualmente”, señala Calero, que inscribió su proyecto en enero de este año, tras la convocatoria organizada por Architecture-Studio, a través de su centro cultural CA’ASI, en el marco de sus 10 años de creación. Participaron arquitectos jóvenes -hasta 40 años- de toda Latinoamérica.
La casa fue edificada en entre cinco y seis meses y contó con la mano de obra de artesanos de Bolívar, gente de confianza del arquitecto con la que ha trabajado en anteriores ocasiones. El diseño, en cambio, tomó alrededor de dos meses.
El Camarote actualmente es habitado por su primo y esposa, y por pedido de ella se construyó una pequeña panadería. Tiene un espacio propio, pero está integrada a la casa. Esa, precisamente, es una característica de la obra de Calero.
Pueden añadirse y quitarse espacios y mantener su esencia. “Ellos entendieron el concepto de la casa y así es como hicieron ese espacio”.
Otro detalle que resalta en la casa es el uso de la varilla, presente en el sistema constructivo, pero también como parte del mobiliario. Está en el pasamanos, escalares, puertas e incluso en el lavamanos que está en el dormitorio principal.
La varilla forma parte de la construcción y del mobiliario. Foto. Galo Paguay/ CONSTRUIR