Testimonio: 'No cualquiera puede vivir en el Cristo del Consuelo'

Fotografía del Barrio Cristo del Consuelo donde ocurrió una explosión que causó muertos, heridos y daños a la propiedad. Foto: Archivo / EL COMERCIO

Vivir en el Cristo del Consuelo es como estar marcado. Por ejemplo, muy pocos taxis quieren entrar al lugar por la fama que tiene el barrio. En bus también es arriesgado volver, sobre todo si ya se hace tarde y lleva paquetes.

El barrio tiene mala fama, solamente se acuerdan de él antes de Semana Santa, por lo de la procesión. Ahí si vienen, limpian las calles, adornan las esquinas y hay seguridad. Termina la procesión y otra vez volvemos al olvido. Se van los policías, los turistas y nos queda la basura que deja la gente que viene a ver al Cristo del Consuelo. 

En la procesión se ve a esas señoras devotas de barrios ricos, vienen asustaditas con chofer y guardaespaldas. Acá hay maldad, pero no todos somos malos. 

Yo vivo acá toda la vida. Me crie con mis abuelos que vinieron de Esmeraldas a Guayaquil. Cuando la gente se posesionó de estos terrenos, la mayoría somos afrodescendientes, negros. 

Mi abuelo tenía mano dura conmigo para que no ande en malos pasos y para que estudie. Por eso no me dañé. 

Pero no todos en mi familia tuvieron esa suerte, algunos primos son adictos a la H y otros venden, pero tranquilos, sin hacer lío ni meterse con nadie. 

Yo creo que no tienen otra opción, no tienen trabajo y deben mantener a sus hijos, son padres desde los 14 años. ¿Cómo van a mantener a esas criaturas si no saben hacer nada? No tienen ni la primaria completa. 

Siempre hubo gente en malos pasos, pero eran ladrones con códigos, que respetaban a los vecinos y tenían cierta nobleza.

Ahora la droga contaminó todo, trajo violencia. Pasamos del asesinato al sicariato, del cuchillo a la pistola y así no se puede vivir. Mire lo que pasó el domingo, parecía el fin del mundo esa explosión

Muchas veces he tenido que decir que vivo en otro lado, sobre todo para conseguir trabajo. Si digo que soy de acá, me dicen que ya me van a llamar y nunca más le llaman a ese trabajo.

Lo peor es que las cosas no pintan para mejorar. Cada vez más violencia y acá no hay autoridad. Ahora, tras la explosión, es que llegó la policía y los militares. Antes no había nada, solamente un retén con pocos policías a los que se les ve el miedo en los ojos.

Es que no cualquiera puede vivir en el Cristo del Consuelo.