Quito está ahogada por varios problemas. A más de una crisis de identidad y los golpes a algunas tradiciones, seguridad, basura y movilidad son puntos neurálgicos.
En materia de movilidad la noticia, no por anunciada con anticipación, deja de sorprender a muchos. El Alcalde decidió el fin del Pico y Placa y reformula la medida con la prohibición de circular durante un día a la semana a los vehículos livianos. Aún los asesores debaten los horarios (se habla de que entraría en vigor desde la 05:00 hasta las 20:00, por ejemplo).
También se critica que la restricción sea en toda la ciudad, cuando se podría estudiar el paso de las unidades de repavimentación en puntos críticos para reordenar el tránsito.
La medida se anuncia como temporal hasta que concluya -en ocho meses- la repavimentación de varios lugares de alta circulación.
Pero una restricción pudiera motivar que se compren más automotores, mientras que los usuarios de los hoy abarrotados sistemas de transporte público en horas pico (ver la nota de ayer de este Diario) esperan más congestión de pasajeros.
La idea clave sería repensar el tránsito. Que los miles de potenciales usuarios del Metro -que debe entrar a operar el año siguiente – tengan conexiones con sectores alejados y los valles circundantes de la capital.
Que los autobuses sirvan de alimentadores y que el Trole y la Ecovía, que hoy mueven más de 900 000 pasajeros, presten un servicio más cómodo, seguro y eficiente.
Una solución de fondo es algo integral, pues ni con medidas ‘parche’ ni con soluciones temporales se logrará solventar una de las demandas más acuciantes de los quiteños y vecinos de la capital.
El sistema del Metro, su futura extensión, su interconexión con sistemas de cables aéreos y nuevas vías de llegada y salida de la ciudad deben ser parte de ese todo que el Distrito Metropolitano de Quito espera desde hace muchos años.
El tiempo es oro, los largos viajes inseguros e incómodos deterioran la calidad de vida de la gente. Es tiempo de cambiar. Hay que hacerlo bien.