En la casa el Carrizal, ubicada en Tumbaco, se instalaron estos sistemas ecológicos de tratamiento de agua. Foto: Cortesía Daniel Moreno Flores
Tratar las aguas residuales de las viviendas es posible a pequeña y mediana escala, sin necesidad de grandes equipos ni químicos que contaminan. Una nueva cultura del cuidado del agua toma fuerza gracias a sistemas de tratamiento ecológico que recrean a la naturaleza y permiten reusar el líquido vital, evitando que lleguen a contaminar los ríos y el mar.
Se trata de sistemas naturales cerrados que utilizan filtros vegetales, arenas o lombrices para limpiar aguas grises: las que provienen del lavabo, ducha, fregadero y lavadora. Mientras que las trampas de grasa o biodigestores son para el tratamiento de aguas negras, aquellas que salen de los inodoros.
Paulina Lasso y Miguel Torske, de Yaku Nina, iniciaron la investigación de estos sistemas en la capital hace 11 años, con la idea de ser parte de la solución y del cambio para proteger el agua y conservar el ambiente. Lasso señala que son sistemas que imitan a la naturaleza y que se pueden aplicar en áreas rurales y urbanas, ya sea para viviendas unifamiliares, conjuntos residenciales o en poblaciones de hasta 500 personas.
Estos sistemas tienen tres etapas. Torske explica que en la fase primaria se utilizan dos sistemas, uno se llama vermifiltro y sirve para tratar aguas negras y grises; funcionan con lombrices (Eeisenia foetida).
Otro sistema es el biodigestor anaeróbico o trampa de grasa. Aquí es donde se sedimentan los residuos sólidos más gruesos. En la segunda etapa, que se denomina zona de raíces o jardinera biofiltrante, cuyo nombre técnico son humedales construidos, se depuran los elementos más finos. “Después del humedal se depura por completo la materia orgánica del agua. Todos los contaminantes se reducen hasta un 98%”.
Lasso señala que en estos sistemas se trabaja con plantas biorremediadoras, que crecen en pantanos y tienen la propiedad de retener contaminantes, incluso metales pesados.
Además de brindar subproductos como el humus o agua para el riego estos sistemas se convierten en jardines ornamentales para la casa.
Finalmente, la tercera etapa consiste en una laguna facultativa o humedad de flujo libre, que funciona como una reserva del agua. Aquí el líquido es de buena calidad y es útil para el riego. Un bioindicador son los peces que viven en el estanque y son parte de todo este ecosistema.
Los especialistas señalan que estas alternativas se implementan poco a poco en viviendas y conjuntos residenciales. La ventaja es que además de brindar subproductos, como el humus o agua de riego, se convierten con el tiempo en un elemento ornamental cuando la vegetación crece.
El arquitecto Daniel Moreno Flores señala que estos sistemas también permiten tener más conciencia sobre la contaminación que se produce al no tratar el agua. Según indica, Quito tiene un sistema de tratamiento de agua mínimo, que llega a alrededor del 3% de la población.
Si bien se requiere de un espacio suficiente -de 1 a 1,5 m² por persona- para crear este tipo de sistemas, van ganando interés porque representan una solución para reducir la contaminación. Los costos de mantenimiento son mínimos.