El 9 de junio de 1947, con la Plaza de Oriente (Madrid) a reventar, Eva Perón recibió un baño de masas. A su lado, Franco y su esposa, Carmen Polo. Foto: Archivo El Comercio
¿Qué pasa en el mundo para que el populismo, esa corriente irresponsable y demagógica, penetre en muchos países, sin control y en franca expansión?
En Estados Unidos, William Jennings Bryan, candidato del inexistente People’s Party, perdió las elecciones en 1892 contra demócratas y republicanos por apenas 500 000 votos, canalizando las demandas y reclamos de los pequeños granjeros del Oeste. Durante la primera posguerra, Narodniki, un movimiento caudillista en la Rusia zarista, actuaba en defensa de los intereses de los pequeños agricultores. Ninguno era un movimiento ideológico.
El populismo se articula con masas empobrecidas y sin esperanza que se entregan en brazos de caudillos redentores que ofrecen solucionar todo mágicamente, apoyando a personas que incluso defienden posiciones distintas a sus intereses. El caldo de cultivo son la pobreza, la marginación, la falta de educación, el crecimiento demográfico explosivo, el hacinamiento en los cordones de miseria de las ciudades, las frustraciones, nos dice Rodrigo Borja en su ‘Enciclopedia de la Política’.
Sucedió en la Alemania de Adolfo Hitler, en la Italia de Benito Mussolini; así triunfó Getulio Vargas en Brasil, así se apeló a la “chusma heroica” de Eliécer Gaitán en Colombia o a los “descamisados” de Perón en Argentina. Los caudillos despiertan adhesiones incondicionales y odios irreprimibles. Dicen representar al pueblo y gobiernan con los grupos de poder.
De Velasco Ibarra se decía que fascina a las masas sin dejar de servir a las oligarquías. Febres Cordero gobernó con medidas económicas contrarias a los principios de eficiencia y libre mercado que postulaba. El caso más representativo puede ser el de la familia Bucaram, Asaad primero -el pueblo contra trincas de CFP- y Abdalá después -“a rayar con clavo los Mercedes Benz”-, mientras se aliaban con los intereses que decían combatir. Asaad con los patriarcas de la componenda –León Febres Cordero, Carlos Julio y Otto Arosemena, Rafael Armijos- para combatir al presidente Roldós y Abdalá con Alvaro Noboa en la Junta Monetaria o con “oligarcas buenos” y los intereses turbios en las Aduanas.
Necesitan un enemigo y lo inventan. No tienen ideología ni lealtades con programas, con personas y esquemas de gobierno. Exaltan hoy y apostrofan mañana. Liberan mercados y controlan precios y apresan a los “especuladores”, que lo fueron en función de esa liberación. Derroche de fondos públicos, obras faraónicas, indisciplina fiscal fueron características del gobierno de Rafael Correa, que atacaba en sus discursos a los ricos, que nunca hicieron tan buenos negocios como en su gobierno.
Es célebre la aceptación de la renuncia -nunca presentada- al ministro de Gobierno incomunicado en el Oriente, que hizo el presidente Velasco. Y la proclama de disciplina económica versus el desate de la inflación de Febres Cordero como último acto de gobierno, como lo denunció su ministro Alberto Dahik.
Los populistas económicos actúan invocando, como Luis XIV: “después de mí el diluvio”. Pero no solo en nuestros países subdesarrollados existe populismo. Lo que sucede con el combate a la pandemia del covid-19 es patético. La tardía, caótica e incoherente política del presidente Donald Trump sobre la pandemia, a la que minimizó como una gripe que se iría en el verano, convirtió a los Estados Unidos en el país con más damnificados:
3,7 millones de contagiados y más de 140 000 fallecidos, con proyección de 250 000 para octubre.
El primer ministro Boris Johnson, despreciando a los científicos y a los funcionarios responsables del manejo de la crisis, populista como en el Brexit, en que explotó el nacionalismo irreflexivo de la gente, adoptó la cuarentena cuando él se contagió y ya era incontrolable. Gran Bretaña es el país con mayor número de fallecidos en Europa. Contabiliza ya más de 45 000, lo cual lo ubica tercero a nivel mundial.
Quizá Eva Perón y su cadáver sean el ejemplo paradigmático del populismo que hipnotiza. Mujer inculta e intuitiva, artista subalterna y canonizada, cuando conoció al coronel Juan Domingo Perón le agradeció “por haber nacido”.
Ya en el poder, incansable, recorría el país visitando hospitales y repartiendo los más inverosímiles regalos: cocinas y dentaduras por miles.
Abanderada de los humildes, tenía 22 edecanes militares.
Dice Tomás Eloy Martínez en su magnífica novela histórica “Santa Evita”, que cuando la enfermedad le consumía, pidió a Perón que no la dejara olvidar. Para satisfacerla -y aprovecharla- Perón mandó a embalsamar su cadáver. Acabaron olvidándolo a él, aunque la política argentina gire, desde entonces, alrededor del peronismo, utilizado y practicado de 1 000 maneras contrarias.
La idolatría implicó 18 000 coronas de flores, un millón de personas besando al ataúd, 17 000 soldados en calle de honor en el entierro. Y para que no desapareciera, como lo hacen los muertos, hicieron varias copias del cuerpo embalsamado. Una aureola mágica embargaba todo. El embalsamador no vivía sino para ella y cuando le quieren quitar el cadáver -el original- con el que se obsesiona, chantajea con la existencia de las copias y con la imposibilidad de determinar cuál es el verdadero.
Obsesionó al Coronel responsable del cuidado del cadáver embalsamado al extremo de que vivió, fue exiliado y murió en función de su custodia. El traslado frustrado del cadáver al local militar porque se produjo un incendio; el camión que lo albergaba estacionado frente a las oficinas militares por meses; en el teatro Rialto tras el escenario; en el altillo en casa de Arancibia; en la ambulancia en Alemania; el entierro de una copia en el bosque de los abuelos; la entrega a Perón en Madrid en 1971, ¡19 años después de su muerte!, configuran el mito que alimenta el recuerdo y al populismo, que medra del mito.
El populismo requiere de mitos. Los crea, los alimenta, los cultiva. Los revive, cuando se hace necesario.
¿Es el populismo -pernicioso y frustrante- inevitable?
*Político, articulista