La rana jambato negro, endémica de los páramos del país y que se creía extinta hasta el 2016, se reprodujo por primera vez en cautiverio. Foto: Pavel Calahorrano
En medio de un ambiente festivo biólogos y herpetólogos celebraron este 27 de junio el nacimiento de 500 ranas de la especie Atelopues ignescens, más conocida como Jambato negro de páramo, que se creía extinta pues el último avistamiento data de 1988, según contó Luis Coloma, director del Centro Jambatu de Investigación y Conservación de Anfibios.
En ese lugar, ubicado en el Valle de Los Chillos, precisamente, se realizan diversos estudios sobre diferentes anfibios del país y fue allí donde sucedió la reproducción del Jambato, algo inédito y motivo de celebración, pues según Lola Guarderas, coordinadora del Centro, al inicio creyeron que necesitarían de la asistencia de expertos internacionales en reproducción asistida para cumplir con el objetivo: obtener más especies. En el Centro Jambatu hay 43 ejemplares adultos tomado directamente de la naturaleza.
Guarderas contó que para que el Jambato negro de páramo se reproduzca fue necesario ambientar un jardín: colocaron una jaula e hicieron simulaciones con agua para estimular a la rana. “Por aquí también pasa el río Pita y creemos que eso también ayudó para que se produzca la reproducción”.
Hasta el Centro Jambatu acudieron Tarsicio Granizo, Ministro del Ambiente; Santiago Silva, Director Nacional de Biodiversidad; Arnaud Peral, representante residente ONU Ecuador, y varios invitados más. Todos se mostraron emocionados por el suceso.
Esa especie llegó al Centro Jambatu en abril del 2016. Tras 28 años fue hallada en un “lugar recóndito” del país. Antes, recordó Coloma, el Jambatu era muy popular en Cotopaxi y en Pichincha. “Cuando éramos estudiantes debíamos tener mucho cuidado para no pisarlas”, recordó. Hoy apenas quedan un par de ejemplares y el objetivo a mediano y largo plazo –uno a dos años- es devolverle a la naturaleza muchos más. Evitó mencionar el lugar en el que el Jambato negro de páramo fue hallado para proteger su espacio.
Coloma recordó que antes de insertarlas a su hábitat natural es necesario mirar su crecimiento y analizar detenidamente las razones que redujeron el número de especies. El especialista apuntó que una de las razones es “definitivamente el cambio climático”.
De acuerdo a las descripciones, en promedio, el Jambato negro de páramo macho mide 37,8 milímetros de longitud, mientras que la hembra alcanza los 42,5 milímetros. El dorso y los flancos son de color negro azabache, con pequeñas verrugas redondas. El vientre es arrugado y de color naranja brillante a rojo vivo. Las superficies ventrales de las extremidades son de color negro, a excepción de las extremidades anteriores por debajo, que son de color rojo a anaranjado. Todas esas características dan como resultado una rana exótica, que llama la atención de quienes la miran.
Ese fue el caso de Peral, representante residente ONU Ecuador. “Se trata de un proyecto que conecta el pasado, presente y futuro del país, y eso es, precisamente, lo que buscamos. Cuenten conmigo y con todo mi equipo para desarrollarlo”, dijo durante una breve intervención, tras recorrer las instalaciones del Centro Jambatu.
Tarsicio Granizo, Ministro del Ambiente, en cambio, aprovechó la celebración para aplaudir el trabajo de Coloma y para hablar dl Parg, proyecto Conservación de Anfibios y Uso Sostenible de sus Recursos Genéticos, que desarrolla acciones emergentes con fines de conservación de los hábitats para esas especies.
El proyecto es una iniciativa del Ministerio del Ambiente del Ecuador, que cuenta con la asistencia técnica del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y es financiado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial. Su principal objetivo es salvaguardar la biodiversidad de importancia mundial, a través de la creación de capacidades en el acceso a los recursos genéticos y la distribución equitativa de beneficios, mientras se mejora la sostenibilidad del Sistema Nacional de Área Protegidas del Ecuador.
La visita terminó con un recorrido por el Banco de Vida, un lugar que contempla alrededor de 6 000 ejemplares de anfibios: salamandras, ranas y cecilias que guardan información genética de importancia.