En las fachadas del hotel los balcones poseen rejillas de pambil. Fotos: Marcel Bonilla / EL COMERCIO
Una tenue neblina se observa desde la parte alta del Hotel San Miguel, construido sobre una loma cubierta de plantas ornamentales. Desde allí se divisa al resto de la población que conserva sus casas ancestrales edificadas con madera, cade o rampira.
El clima lluvioso de esta comunidad afroesmeraldeña no opaca la tipología del hotel, que conserva la rusticidad que caracteriza a las construcciones de madera -endémica de la zona- que los habitantes aprovechan para su beneficio.
En la reconstrucción del parador se han diseñado habitaciones amplias con camas de guayacán y caoba, hechas por los ebanistas locales.
En su interior, las alcobas están decoradas con artesanía que identifica la cultura afroesmeraldeña, como su insigne marimba, patrimonio intangible de la humanidad.
Una réplica de un bombo sonoro, cununo, maracas y guasá adornan el ambiente en el comedor y la sala de estar, ubicada en la segunda planta, cerca al balcón tipo corredor por donde corre abundante ventilación.
En la imagen se observa un mirador de caña y techos de rampira (hoja de tagua).
Como forma de recordar sus tradiciones, los artesanos diseñan mecheros y lámparas decorativas, hechas con caña guadúa. Las artesanías de este tipo se colocan en los veladores.
Por las camineras diseñadas para recorrer las áreas verdes, se conservan las llamadas canoeras construidas con caña guadúa, en las que se siembran plantas medicinales como menta, llantén, biblia, discancel, entre otras.
Conservar estos espacios es parte de una vieja tradición del pueblo afro, que las ponían en las azoteas de sus casas para sembrar plantas usadas en la condimentación, como la chiyangua, usada para condimentar en el tapa’o de pescado.
La conservación de elementos ancestrales como el balcón de madera con rejillas de pambil y espacios para colgar hamacas se mantienen al interior del hotel, con capacidad para 40 turistas.
El entorno del río Cayapas se caracteriza por tener casas de madera
y zinc.
Americio Acuri, uno de los visitantes al Hotel San Miguel, explica que no solo se aprecia la estructura sino el entorno de esta población que está a cinco horas de la parroquia Borbón, norte de Esmeraldas, vía fluvial, por el río Cayapas.
Los comuneros también han logrado combinar el uso de la madera con el hormigón, para fortalecer las bases de la posada, ubicada a unos 600 metros sobre el nivel del mar.
Desde la cota se observan las actividades cotidianas de las mujeres afros y chachis, como lavar de ropa al filo del río. Además, la pesca de sabaletas, mojarras y guañas, para consumo de la población.
Para complementar la recreación del hotel, se han construido pequeñas casas tipo mirador ubicadas al filo de la colina, a la que se accede por senderos construidos por los mismos habitantes.
Las casas tipo mirador son de caña guadúa y madera, abiertas en los costados para recibir la ventilación natural. Los asientos son de madera y están asegurados a las bases de la misma casa.
Estas construcciones complementarias al hotel son las preferida por los turistas, porque al tener un techo de hojas de rampira, pueden sentir el golpeteo de la lluvia, que motiva a permanecer en su interior, mientras se observa la neblina que cubre el espejo de agua del río Cayapas.