Así como la tendencia sustentable gana adeptos diariamente, lo mismo sucede con lo que se conoce con el genérico inglés de ‘smart cities’.
En la realidad, la sustentabilidad y las ‘ciudades inteligentes’ son complementarias, tanto en objetivos como en compromisos y metas.
El concepto que define a una ‘smart city’ se relaciona con un conjunto de políticas de desarrollo urbano, cuyos parámetros incluyen nuevas tecnologías en diversos campos urbanos, la interacción de los ciudadanos con su entorno inmediato y con la estructura e infraestructura urbanas.
Las ciudades inteligentes digitalizan sus servicios públicos, a la par que crean entornos urbanos más eficientes, con menos contaminación del ambiente y, también, de las zonas construidas.
La digitalización y computarización de los sistemas de servicio público son esenciales en este tipo de desarrollos urbanos. Una encuesta, realizada por la consultora internacional People, concluye que el 72% de los ciudadanos considera vital el acceso ‘online’ a la gestión de servicios públicos. El 62% piensa, asimismo, que los servicios municipales son ineficientes por falta de digitalización.
Para ser considerada una ‘smart city’, una urbe debe haber avanzado tecnológicamente en ítems como los servicios de educación y transporte, infraestructuras de energía, tecnologías de comunicación (electrónica, Internet) y un desarrollo económico sostenible.
Según estas métricas, Quito no pertenece a ese rango. Es más, recién el miércoles pasado se realizó en el teatro de la Escuela Politécnica Nacional la presentación de Quito Tech, un evento que quiere embarcar a la capital ecuatoriana en el tren de la historia. Un viaje que nunca se detiene.