Si quienes se dedican a construir con barro se cuentan con los dedos de una mano, los que lo hacen con madera tampoco pasan de diez.
¿Por qué un número tan reducido? Porque la demanda es escasa. La cultura del hormigón es muy difícil de erradicar. Concienciar a la población de que las casas de madera son tan confortables y duraderas como las de concreto es tarea ardua.
Eso no sucede en otros países. En Estados Unidos, por ejemplo, el 96% de la vivienda individual está construida con sistemas de bastidor de madera y estructuras del mismo material.
Sin embargo, cada día más personas levantan su vivienda con este material.
Las ventajas de esta tecnología son: la rapidez de implementación, la estética, el menor costo (del 17 al 22%) respecto de la construcción de hormigón y mampostería, la facilidad de cimentación y la resistencia sísmica.
La rapidez con que se levanta una vivienda de madera -una casa de 200 m² se puede terminar en 80 días- versus los 12 meses que se necesitan para terminar una casa de hormigón hace que los precios se abaraten.
¿No son ecológicas? Es el lado negativo. Pero con las políticas de maderas certificadas y protegidas que crecen en el mundo, este sistema es cada vez más amable con el medioambiente.