Las fibras naturales de la lufa (luffa cilíndrica) se transformaron en el material perfecto para confeccionar una gama de productos utilitarios para el hogar.
Lámparas, cortinas, alfombras, flores y accesorios para el baño y la sala nacen de las manos de mujeres de la comunidad La Magdalena, en Cotacachi.
Este fruto brota en forma de un gran calabacín y es originario de la India. Fue introducido hace dos décadas desde Colombia a la zona subtropical de Íntag. El francés Denis Laporte, representante de la Corporación Talleres del Gran Valle, asegura que la planta creció de manera silvestre en las fincas vecinas.
La expansión del cultivo y las escasas fuentes de empleo para las mujeres de la zona impulsaron la creación de este centro de manufacturas.
La lufa es una enredadera con flores amarillas. Su proceso de artesanía empieza en el campo. Carmen Rodríguez, coordinadora del Taller Grupo Renacer, asegura que una buena selección del calabacín permite obtener las mejores fibras de esta esponja vegetal, que tiene cualidades exfoliadoras.
Cuando está apta para la cosecha, la lufa adquiere un color amarillo. Los cultivadores retiran la cáscara y ponen la esponjilla en agua durante tres días, para acelerar su putrefacción.
Rodríguez hace una demostración. Con un cuchillo separa la tela de la pulpa que vale. Esa fibra, luego de ser lavada, se seca a la intemperie. Luego, las artesanas compran el producto a los agricultores. La materia se clasifica por su calidad: de primera, segunda y tercera.
Se pinta y se plancha el estropajo, otro de los nombres que se le da a la lufa. Verónica Guevara, de 29 años, es una de las artesanas que tintura las fibras con colores naranja, rojo, amarillo, antes de que pasen al taller.
“Los clientes nos piden colores vivos, por eso usamos tintes que son para telas”. En una ruidosa máquina de rodillos metálicos la lufa es finalmente planchada.
En el pequeño taller, tres mujeres dan forma a cortinas, lámparas, alfombras, entre otros, que se comercian en el mercado nacional e internacional.
Gabriela Escobar, por ejemplo, es especialista en costura recta y elabora las esponjas redondas para el baño. Para ello, a más de lufa, emplea tela toalla, relleno de esponjilla y reata.
Este emprendimiento artesanal también ha recibido asesoramiento internacional. El diseñador español Manolo Baño llega cada año para enseñar nuevos diseños a estas costureras que, posteriormente, aplican esos conocimientos en la lufa.
El producto que nace de las manos del grupo Renacer tuvo buena acogida en España, Francia, Estados Unidos, Japón. Rodríguez asegura que la crisis económica mundial paralizó el envío de los productos.
Sin embargo, las artesanas empezaron la penetración de los artículos de esta fibra en el mercado nacional. La producción se hace bajo pedido y las ventas por catálogo.
¿Los precios? Los hay para todos los bolsillos. Todo depende del tamaño del objeto, el modelo y lo intrincado del diseño.