En estos tiempos, donde la ecología (con todos sus sufijos, prefijos y aliados) está en boca de todos; la palabra entropía -en cambio- es pronunciada por muy pocos y en voz baja, casi como si se tratara de una mala palabra.
¿Pero qué es entropía? En física es la medida del desorden de un sistema; en información, es la medida de la incertidumbre existente ante un conjunto de mensajes, del cual solamente se recibirá uno.
La construcción consume siempre recursos no renovables e incrementa la entropía del mundo. Así, el etiquetado de ‘verde’ termina siendo una coartada que otorga un barniz de buenas intenciones a la arquitectura y al urbanismo, talvez las dos actividades más contaminantes que existen.
Como afirma el arquitecto y crítico Luis Fernández Galiano, la construcción consume siempre recursos que no se recuperan y es enemiga del ambiente.
Según este argentino, el arquitecto tiene un pacto fáustico con el despilfarro y el exceso, de manera que solo sucumbe al síndrome verde cuando la economía entra en recesión.
“En esta etapa de transición que vivimos, con combustibles caros y la economía en auge, la arquitectura sostenible es una mezcolanza de tecnología trivial que une sensores térmicos, bombas de calor y planchas solares, con las recetas conocidas toda la vida sobre iluminación y ventilación naturales, orientación o aislamiento térmico”.
En consecuencia, el resultado muchas veces es pobre, amorfo y hasta descorazonador. Entonces, toda esta fantasía amable deja paso al auténtico dilema ecológico de esta época: ¿construir o no construir?