Según un informe del Centro de Investigación para la Paz (CIP-Fuhem), las ciudades en ‘desarrollo’ aumentan su número de habitantes en 60 millones de personas anuales. La mayoría de este río de gente se establece en las zonas más deprimidas; en los arrabales a los que les falta todo, o casi todo.
Las consecuencias son nefastas. Según el estudio, al menos un millón de niños muere todos los años de enfermedades relacionadas con el hambre, la falta de saneamiento y de suministro adecuado de agua potable. Además, cientos de millones de personas padecen enfermedades y sufrimiento por estas mismas causas.
¿Estamos condenados a ese armagedón o hay tiempo para revertir la situación? La cosa es peliaguda pero, según CIP-Fuhem, aún existe una vía con tres bocatomas: el abastecimiento de agua y de saneamiento de los barrios marginales, el fomento de la agricultura urbana y la mejora del transporte público.
De hecho ya existen algunas ciudades que trabajan en la sustentabilidad. En Karachi, Paquistán, el Proyecto Piloto Orangi dotó de una red de alcantarillado de calidad a cientos de miles de viviendas pobres de asentamientos informales.
Hay otras urbes en ese camino. ¿Y las ecuatorianas? Al final de la hilera.