No hay discusión: vivimos en la sociedad del hormigón. Y no es de ahora sino -al menos- desde mediados del siglo pasado, cuando este material conformado por un aglomerante (cemento), al menos un árido (arena, ripio…) y agua, se impuso a otros como el preferido para levantar casas, edificios y más tipologías.
No obstante, a pesar de su popularidad es uno de los productos más maltratados y mal usados, lo que determina que pierda parte de sus características fisicoquímicas, disminuya su resistencia a esfuerzos de presión y complexión y pierda su sismorresistencia.
Este déficit es más recurrente en la construcción informal, pues en ese sector no hay un conocimiento técnico que permita su correcta manipulación.
¿Cómo se debe, entonces, proceder para obtener un buen hormigón?
Como es un polvo, la humedad afecta sensiblemente al cemento. Por eso, mientras esté protegido de esta mantendrá todas sus características en óptimas condiciones. Por esa razón debe estar en sitios secos y ventilados.
Cuando está en contacto con el agua, explica el manual de Lafarge, el cemento produce una reacción química exotérmica; es decir, libera calor. Eso significa que puede quemar la piel; por lo tanto, se debe evitar la exposición directa y prolongada de la piel con el cemento. Y si se lo hace, se debe utilizar equipo de protección personal (EPP) como guantes, overoles, botas de caucho, gafas…
Otro error frecuente tiene que ver con su forma de guardarlo.Es conveniente realizarlo en rumas de 10 y máximo de hasta 12 unidades, para que conserve sus propiedades. El exceso de peso compacta el polvo y forma grumos.
Un último consejo: cuando elabore el hormigón no lo mezcle con tierra, hierbas, limos…