Una tortuga asfixiada por una red es una de las imágenes más impactantes del corto documental ‘Plástico en el paraíso’. Foto: Captura de pantalla.
Si no se detiene el uso indiscriminado de plástico en el mundo, el panorama sería desolador: para el 2025, con más de 80 millones de toneladas de residuos, habría más plástico en el mar que especies marinas. Esa fue una de las proyecciones que el biólogo Juan Pablo Muñoz, coordinador de Ciencias del Galápagos Science Center, dio en diálogo con este Diario en septiembre del 2018.
En Ecuador, uno de los epicentros de la contaminación de plástico producida por el ser humano recae en las Islas Galápagos, pues el material afecta a cerca de 20 especies animales en la región. Un año después, el escenario es aún peor. Muñoz acompañó a un grupo de investigadores del periódico británico The Guardian a explorar los efectos del plástico en el Archipiélago en un documental y el resultado es demoledor.
Botellas de gaseosa de empresas transnacionales, zapatillas, envases de medicina y crema, fundas de todas las escalas y colores, cepillos de dientes, cuchillos, cucharas y miles de productos fabricados con plástico ‘conviven’ con cientos de especies que hacen de Galápagos uno de los puntos geográficos más biodiversos del mundo. El contraste de la naturaleza frente al plástico, el hilo conductor del documental ‘Plástico en el paraíso’, publicado el miércoles 3 de abril del 2019, es devastador.
Un reptil con una bolsa de plástico en su boca. Lo confunde con alimento. Foto: Captura de pantalla.
En la isla Santiago, en una área remota poco visitada por turistas, Muñoz reduce un pedazo de plástico en pequeñas partículas que -eventualmente- se convierten en microplásticos. “¿Quién va a poder limpiar esto? Esa es la parte aterradora, porque nadie lo hará. Y esto es lo que estamos comiendo, tomando, lo que respiramos todos los días ”, dice el biólogo ecuatoriano.
Aunque el 97% del Archipiélago está fuera de los límites del ser humano, lo que produce llega hasta la zona interna de las costas. La limpieza cada vez se hace más dura y lejana.
Un pequeño lobo marino trata de cruzar una roca. En su cuerpo, rodeando su cintura, un anillo de plástico para latas, similar a la de gaseosas obstaculiza su paso. Su incomodidad se nota. En el mar, una tortuga es asfixiada por una red. No puede soltarse.
La basura plástica producida por el ser humano se instala en zonas poco conocidas del Archipiélago. Foto: Captura de pantalla.
La científica Ellie McKay realiza un mapeo de la presencia de plástico con el fin de establecer una escala del problema que forma parte de un proyecto en Galápagos para convertirla en una región libre de plástico. En el documental, ella muestra a una pequeña familia de ermitaños debajo de una piedra. Ellos están asentados sobre un plato de plástico y otros artefactos que comienzan a visibilizarse más que la base natural del lugar.
Ella explica que un cepillo de dientes es uno de los productos más comunes que se encuentran en las islas. “Si recuerdas en la cantidad de cepillos de dientes que has utilizado durante toda tu vida y si lo piensas bien, cada uno de ellos todavía existe en el planeta y probablemente llegó al océano”, afirma.
Después, McKay lanza una reflexión: “Durante este último año he escuchado comentarios de culpa. Y sí, el problema existe. Tenemos más plástico de lo que podíamos haber imaginado pero hay soluciones, hay cosas que podemos hacer para cambiar. Enfoquémonos en eso”, comenta.
En el Archipiélago de Galápagos, artículos de plástico obstaculizan la vida de las especies marinas. Foto: Captura de pantalla
Una de las herramientas principales con las que trabaja McKay para ejecutar su proyecto es sobrevolar un dron que captura imágenes en alta resolución en áreas a los que es difícil acceder.
Las imágenes arrojan paisajes impactantes en las que el protagonista principal es el plástico. La idea es identificar cuáles son los principales productos y, a partir de allí, construir una estrategia que obstaculiza su paso. Lo ejemplifica: si son cinco toneladas de redes pesqueras, pues la solución sería iniciar un diálogo con la industria pesquera. Si, en cambio, detectamos artículos de higiene diaria, entonces una probable alternativa sería observar los sistemas locales de tratamiento de basura”.
La premisa de McKay, entonces, es que aunque el escenario es alarmante, el ser humano sí puede cambiar el panorama y promover soluciones.
En las instalaciones del Ciencias del Galápagos Science Center de la Universidad San Francisco de Quito y la Universidad de Carolina (Estados Unidos), ubicado en la isla San Cristóbal, Muñoz explicó que uno de los experimentos es poner un reloj de cinco minutos a una persona y pedirle que recoja todo lo que observaba. El resultado era uno, dos o tres costales llenos de plástico. El objetivo es comenzar a marcar tendencias para saber de dónde llega la basura (China, Perú, Ecuador…).
Video: YouTube, cuenta: The Guardian.
Parte de la investigación también se concentra en un software que puede develar cómo el plástico cruza el océano. A partir de los resultados, pueden definir la fuente del problema. Es decir, si se conoce lo que hace una botella en el mar y saber lo que el océano hace se puede combinar los dos trayectos para saber en dónde terminará el objeto.
“Nuestras vidas son fáciles a causa del plástico. Pero en diez años van a ser muy duros para nuestros hijos, para todos, por lo que nosotros estamos creando ahora”, señala Muñoz, frente al ‘paraíso’ costero de Galápagos.