Tema

Roque Morán Latorre

Nos duele Quito

Resta aproximadamente un año para que concluya, por fin, la actual administración de la capital de los ecuatorianos. Cuánto querríamos dedicar este espacio para exaltar logros y aspectos positivos del mandato municipal; duro contraste: cuánto pesar y desasosiego nos embarga el referirnos de manera negativa a una gestión que, con seguridad -nos entristece decirlo-, pasará a la historia, con más pena y sin gloria alguna, como una de la peores administraciones que ha padecido la llamada Carita de Dios.

Odebrecht: de la cima a la sima

Solo la ambición supera a la estupidez. Lo fácil, el esfuerzo mínimo, explotar al ser humano, engañar a muchos, corromper almas, apoltronarse en la comodidad y en el bienestar. Eso intentaría, en parte, explicar la inquietud perenne del porqué, varios personajes cercanos y lejanos que, “teniéndolo todo”, aún ansían más y más, sin saciar jamás su codicia de poder, de ese que aflora en nuestro tiempo como económico para luego devenir o ingerir en lo político.

¿Habrá bastado una década?

Desde el execrable asesinato de Antonio José de Sucre, en 1830 (cuya autoría quedó en la impunidad), la ruptura de la Gran Colombia, más otros sucesivos y aciagos hechos que continúan hasta nuestro tiempo, se heredó y arraigó en Ecuador una sociedad corrupta, plagada de paradigmas nefastos que perduraron por casi dos siglos, atenazados –cual hiedra en piedra- a los cambios de época; que han mutado, quizás, en la forma, pero su consuetudinario proceder encubre, desde siempre, un fondo que ha permanecido pletórico de lacras, usuras y de poderes mal habidos.

El efecto Correa

Efecto es aquello que sigue por virtud de una causa. Hay muchos efectos: “Dominó”, “Invernadero”, “Mariposa”, “Mandela”, “Doppler” y, así, un gran elenco de efectos. El apellido del efecto, en casi todas las situaciones, viene del causante o del resultado del efecto. En mi país se ha dado el “efecto Correa” (EC), por las características que lo definen como tal; sobre el que podrían escribirse páginas extensas, si no, libros enteros.

¿Qúe es la subsidiariedad?

Al margen de afinidades políticas o ideológicas, existen valores y principios sobre los que, universalmente, estamos todos de acuerdo, salvo para aquellas recalcitrantes tendencias donde el fin sí justifica los medios. Valores como la Libertad, la Justicia y la Verdad, principios como la Dignidad Humana, el Bien Común y la Solidaridad, es sencillo de asimilar; pero la Subsidiariedad -un tanto difícil, hasta de pronunciar-, es poco compresible y no fácil de explicar. Reflexionemos ahora sobre ello.

Pobre actuación, señor Alcalde

No lo tome a mal, por favor, señor Alcalde del Ilustre Municipio Metropolitano de Quito. Al contrario, le encarezco, tómelo como ocasión más para una oportuna y serena reflexión. Va dirigido hacia Ud., con todo respeto y consideración, hacia el joven político, inteligente, muy bien preparado, entusiasta y –seguro- con muchas ganas de servir a Quito y, quien sabe, con el trascurrir del tiempo, a la nación.

¿Quién ganó el Diálogo Presidencial?

Uno de los ganadores, sin duda, fue El COMERCIO. Bien lograda estructura del evento. Buen formato. Conducción óptima. Organización profesional y concienzuda. Nuevos rostros periodísticos. Felicitaciones por todo el cometido que permitió a la audiencia algo más que percepciones acerca de los candidatos presidenciales. Bien se siente el iniciar estas letras con evidencias positivas.

El concurso de la podredumbre

Diccionario de la Real Academia Española: “podredumbre” = 1. Putrefacción o corrupción material de las cosas, 2. Cosa podrida, 3.

La democracia empachada

Esa sensación de llenura, la descomposición de estómago, los malestares y los insufribles retorcijones del empacho, son algunos síntomas que padece la muy ponderada democracia. Una muestra, entre tantas, fue la última gesta política vivida en EE.UU. –dizque- el país más democrático del universo, que nos mantuvo, durante semanas, como estoicos espectadores de sórdidos debates entre dos de los más “selectos” representantes de su vocación democrática.

Diez años, y… ¿qué hicieron?

¡Ah! nos referimos a los detractores y opositores del actual régimen. Pasaron 10 largos años y no hicieron nada. No se prepararon, no tuvieron iniciativa alguna que valga la pena. No planificaron, no construyeron, ni de lejos -inteligentemente-, una oposición fusionada, positiva, con autenticidad y objetivos transparentes. Ociosos se aletargaron, sumidos entre el marasmo de su expuesta ineptitud y los correazos que les fueron acertados, zarandeando los enclenques cimentos de sus particulares intereses.