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Cuando me enteré de la masacre perpetrada en la revista Charlie Hebdo sentí asombro e indignación. Luego supe que los caricaturistas y directores del semanario estaban amenazados de muerte por fundamentalistas islámicos por dibujar al profeta Mahoma, que también se burlaban de otros líderes e imágenes religiosas de manera irreverente, además de hacer mofa de políticos franceses y mundiales. Antes del atentado el medio estaba en dificultades económicas por bajo tiraje y pocos anunciantes, y que los funcionarios procuraban salir adelante con el afán de ejercer su derecho a la libre expresión. Aunque me disgustan algunas sacrílegas caricaturas que ha publicado , respeto su derecho a hacerlo. Admiro la valentía con que el semanario se expone a la barbarie del fanatismo religioso por ejercer un derecho que les otorga la ley francesa. Por eso: ¡Yo también soy Charlie!
Corina Yoris-Villasana El Nacional, Venezuela, GDA En días pasados, unos colegas universitarios enviaron a la red de la universidad sendas reflexiones sobre la necesidad del silencio, en esta época ruidosa, bullanguera, estridente. Ese llamado al sosiego me sirvió de motivo para el artículo de hoy.
El mundo cristiano tiene en la Nochebuena (24 de diciembre) y en la Navidad (25) una de sus festividades más importantes, pues celebra el nacimiento de Jesús en Belén.
La libreta -esa libreta estropeada que acabo de encontrar- iba en la alforja, entre provisiones de boca y herramientas de herrar. Esa libreta que sufrió las humedades de la lluvia y los sudores del caballo, y guarda aún las huellas de las velas que iluminaron a los campamentos y a los precarios tambos de las rutas. En ella quedó la memoria de los viajes escrita bajo la carpa, sobre la montura, o al amparo del alero de un rancho.
Somos lo que recordamos. Si al hombre le privaran de memoria, perdería su humanidad”, exclama Steiner. La carencia de memoria no es exclusiva de la senectud: jóvenes y ancianos hay, que apenas tienen memoria de sí mismos y, menos aún, de la historia de la que provienen, del pasado de su familia, de su ciudad, de su país. Este es un mal endémico en el Ecuador, una gran desgracia, otra que atribuir a nuestra educación… ¿Acudimos a bibliotecas, a museos?, ¿conocemos y apreciamos los monumentos de nuestro pasado? ¿Qué decir de los estudios de historia desde nuestra infancia hasta hoy? Historia y lengua, dos ámbitos en los cuales se cultiva y asume la identidad, son desdeñadas y olvidadas; pero sin ellas, no somos.
A propósito de la vejez, meditemos: 1. Cásate con un arqueólogo. Cuanto más vieja te hagas, más encantadora te encontrará, A. Christie. 2. Los ancianos se asemejan a aquellos librotes viejos y por lo común apolillados, podridos y mal encuadernados que tantas cosas excelentes contienen, Clemente XIV. 3. En la juventud aprendemos, en la vejez entendemos, E-Eschenbach. 4. Hay cuatro cosas viejas que son buenas: viejos amigos para conversar, leña vieja para calentarse, viejos vinos para beber y viejos libros para leer, E. Faguet. 5. La sabiduría de los ancianos es un gran error. No se hacen más sabios sino más prudentes, E. Hemingway. 6. El joven conoce las reglas, pero el viejo las excepciones, O. Holmes. 7. Cada uno tiene la edad de su corazón, C. Houdetot. 8. Los ancianos tienen tanta necesidad de afectos como de sol, V. Hugo. 9. La senectud nos traza más arrugas en el espíritu que en el rostro, de Montaigne. 10. Triste es llegar a una edad en que todas las mujeres agradan y no es posib
Uno abre los ojos, se toma un café, mira hacia el Ávila, descubre las primeras noticias del día, huele a cáscaras de mandarinas, hace una cola en el banco, pierde el tiempo persiguiendo algo que no hay, sabe que no podrá viajar, lee un libro y sigue viviendo. Todos los días nos despedimos de algo que no sabemos qué es. Mientras el enorme adiós en el que se ha convertido el país sigue su rutina, cae en mis manos desde la biblioteca un libro que ya he leído. Es la última obra de un escritor maldito estadounidense, Richard Brautigan, ‘Una mujer infortunada’. Es inolvidable y da las pistas de un viaje sin regreso.
Siempre he creído que las personas que están ya cerca de partir al encuentro del Señor deberían, como lo hizo el Dr. Manuel Chiriboga Vega, hablar con confianza de su partida. Manuel encarnó la inteligencia, sabiduría, fortaleza y aceptación de quien sabía que ya había entregado lo mejor, buscando instaurar el Reino de Dios en la tierra, y que sus acciones ya habían sido capitalizadas en el cielo, donde le aguardarían además parte de sus seres queridos. Queda su querida familia, a quien bien conocemos, particularmente a su hermano Esteban, quien encarna también la inteligencia y fortaleza de la familia. Dios acoge a Manuel y bendice a Amarilis, su esposa; Eulalia, su madre; sus hijos y toda su querida familia.
Me he quedado abatido y medio roto ante la imagen yihadista que muestra a milicianos ejecutando a iraquíes capturados. En el lado izquierdo de la foto está el pelotón de fusilamiento que dispara de forma indiscriminada en un ritual de muerte, quizás tantas veces repetido que no hay lugar para la reflexión o la misericordia. En el lado derecho está el pelotón de los desgraciados, cuerpo a tierra, arrejuntados como ovejas llevadas al matadero. Sólo uno se vuelve y alza los brazos como pidiendo vida, inútil el grito y el gesto ante el poder de la muerte. Y, en medio, la tierra que no es de nadie, la tierra ensangrentada por el fanatismo ideológico y religioso, por los malditos intereses del poder.