Cómo quisiera que el 2013 haya sido dedicado el Año de las Políticas Públicas para que todos reflexionemos sobre ellas. Los problemas de fondo que atraviesan la mayor parte de los países tiene que ver no sólo con las decisiones que toman los estados sobre ellas, sino también en la forma cómo toman esas decisiones. Y empezando el año, el mejor ejemplo de esta paradoja fue el famoso “Abismo Fiscal” estadounidense.
Las cifras las dejo para los economistas, pero lo importante es decir que este supuesto problema de política pública fue totalmente ficticio; creado por los políticos para obtener beneficios dictados o por obsesiones ideológicas o por los grupos de lobby que financian sus campañas.
Muchos sabemos que el sistema político estadounidense es una perfecta oligarquía, pero la idea de que esa oligarquía estaba dispuesta a usar el bienestar económico de sus habitantes como rehén para lograr sus propósitos, es algo que ya rebasó toda lógica.
Y, aunque usted no lo crea, el país más poderoso del planeta se enfrascó un mes en luchas intestinas, shows mediáticos y hasta amenazas con tal que demostrar que si no había un acuerdo, el fin del mundo iba a llegar el primer día de enero. Pero no llegó.
Para empezar, los demócratas no tenían por qué pactar nada en esta ocasión. Ya lo habían hecho hace un año, y habían establecido en la Comisión Simpson-Bowles que en enero del 2013 se haría una serie de recortes presupuestarios, tanto en el presupuesto de Defensa, como en temas de asistencia social. Si a esto se añadía que los recortes de impuestos ayudaban a balancear el presupuesto al menos un poco, todo iba a estar bien. Es más, la subida de impuestos (la razón del “abismo fiscal”) le daban una oportunidad a Obama para proponer reales incentivos pro-empleo.
El mito del “abismo” sólo creo un escenario ficticio para un nuevo muñequeo, donde lo importante para los republicanos terminó siendo preservar el excesivo y oprobioso gasto de defensa. Los demócratas evitaron recortes en temas sociales, no sin antes congraciarse con el poderoso lobby militarista. Lo de fondo parece ser no cortar el gasto de defensa, porque es lo único donde hay total sincronía.
En Estados Unidos los negocios están floreciendo, la bolsa terminó el año con grandes ganancias, como pocas veces y hay nuevas inversiones e innovación todo el tiempo. La economía no es un problema, sino la política. El sistema político está tan alejado de la realidad que ya solo responde a obsesiones ideológicas. Ni académicos ni centros de investigación han podido convencer a los políticos de que sus posturas son absurdas. Y como en el teatro griego, hay todo un corifeo que hace eco a los desatinos de los dos bandos. Por supuesto que no se puede ser demasiado ecuánime en todo esto sin caer en la injusticia: los demócratas son casi San Francisco de Asís al lado de la codicia y sinrazón republicanas.