La fiscal Diana Salazar ha hecho historia al poner en la cárcel a un vicepresidente y transformar a dos expresidentes en prófugos que no pueden poner un pie en el país que desgobernaron. Ha hecho más que eso, se ha convertido en la vara de medir a jueces, políticos, abogados, periodistas y líderes de la sociedad.
El temerario siempre va demasiado lejos porque ignora el peligro; el cobarde se queda inmóvil porque teme hasta lo imaginario. Lo dice la biblia con sabiduría milenaria(Proverbios 26:13): Dice el holgazán: “¡no salgo que hay un león en la calle!”. Mil leones han puesto los malvados en la calle para asustar a los buenos. La Fiscal es la única que los ha enfrentado con eficacia.
Con la divulgación de las comunicaciones entre Norero y sus secuaces ha logrado que los jueces piensen de nuevo en la ley como único objetivo y mecanismo de defensa, que los políticos corruptos sufran pesadillas y calenturas pensando que un día sus conversaciones podrían salir a la luz.
La intrepidez de la Fiscalía contrasta con la cobardía de los jueces, la palabrería inútil de los políticos, la lentitud de los funcionarios y la ambigüedad de la policía. Ha servido para medir a todos los que estaban llamados a confrontar la insolencia de los narcotraficantes, la petulancia de sus abogados, la arrogancia de sus confidentes y encubridores.
La determinación de la Fiscalía ha sido la vara para medir incluso al gobierno que luce medroso cuando quiere convertir la consulta popular en una simple maniobra electoral, cuando podría ser la gran oportunidad para transformar el país. Una consulta sobre cárceles y casinos no perturbará la modorra ciudadana.
Una consulta sin entusiasmo es inútil. Aunque al gobierno le disgusten las críticas y descalifique a quienes hacen sugerencias, hay que continuar el debate no solo sobre aquellas preguntas que nos proponen sino también sobre las que podían o debían preguntar. Cuando una pregunta no es pertinente, simplemente es calificable de impertinente.