Repentinamente ha habido una irrupción de políticos expertos en las mujeres, o mejor dicho, en el cuerpo de las mujeres. Los políticos, aquellos conservadores machistas sobre todo, sentencian ahora cuándo una mujer es violada, si la violación es legítima (en sus cabezas esto implica violencia y no sólo decir No) y quién debe pagar las consecuencias eternas de este acto. Por supuesto en todos los casos, la mujer es ridiculizada. Y con estos preconceptos eternos hacen política a diestra y siniestra, sentencian casos –hasta de asilo político– y sentencian que el Estado debe incursionar en lo más profundo que puede tener un ser humano: su cuerpo y su conciencia. Pero como se trata de mujeres, no importa. En pleno siglo XXI tenemos un sistema global en que puede pelearse sobre casi todo, menos sobre lo que es o deben ser los sentimientos de una mujer sobre su cuerpo: en eso hay un consenso general entre todos los animales políticos en el mundo.
Veamos el caso más sonado de esta semana: el de Todd Akin, senador republicano por el estado de Missouri, quien hizo una sorprendente afirmación: “Si la violación es legítima, lo lógico es que el cuerpo de la mujer expulse cualquier cosa naturalmente” (con cosa se refiere a un embrión). ¿Hay alguna violación legítima? ¿Desde cuándo un político debe decidir cuándo y bajo qué condiciones lo es? Lo que es más grave es que este líder ultraconservador no está solo. Muchos republicanos ofrecen en sus campañas apoyar una enmienda constitucional prohibiendo el aborto en todos los casos, incluso de violación, riesgo para la madre o incesto, que son lega-les en Estados Unidos. Después del escándalo, Mitt Romney ofreció mantener las excepciones, pero ya nadie le cree. Los republicanos luchan porque el Estado no se inmiscuya en el libre flujo del mercado, pero están encantados de hacerlo con la vida de las mujeres.
El otro caso es más cercano. Tenemos en Ecuador un Canciller y un abogado de Presidencia también expertos en violaciones y condones rotos, a los que les parece burdo y una bobada la experiencia de dos mujeres suecas. Comparten el criterio del senador Akin, de que hay violaciones legítimas y otras no tanto. Por supuesto, siempre queda el hipertexto de que “las mujeres tuvieron la culpa”. Y también como en EE.UU., tenemos todo un ejército de legisladores y legisladoras que han jurado no dar paso a ninguna enmienda que permita ser más sensatos con los casos de violación e incesto en el nuevo código penal. Hay ministerios enfrascados en quitar niños a políticos, pero se hacen de la vista gorda cuando denuncian que el padre de un Ministro embaraza a una menor de 14 años. Como ven, los políticos en EE.UU. y América Latina son bien parecidos, casi iguales diría yo: dictan sentencia a diario sobre el cuerpo de nosotras las mujeres.
Y nosotras, ni mosqueadas. Como bien diría Marx, “machistas del mundo, uníos”.