Un pequeño paso para el Curiosity, un gran paso para la humanidad. El parafraseo de Neil Armstrong viene útil para reflexionar el logro extraordinario de la última misión a Marte que acaba de aterrizar exitosamente esta semana. Esta es la más ambiciosa misión y, además, la mejor diseñada de la historia de la humanidad. Se trata del más completo vehículo cuatro por cuatro creado en la historia. Pero lo más importante de esto es la política pública que estuvo detrás de ella. Para empezar, la tecnología robótica del vehículo fue creada por más de 10 años por científicos estadounidenses en un consorcio con la agencia espacial europea ESA. No obstante el diseño del jet de propulsión que permitió el aterrizaje exitoso en Marte este lunes fue creado por un laboratorio del California Institute of Technology ubicado en Pasadena. Y un acuerdo con Rusia ha permitido poner en órbita al menos dos satélites para que observen, monitoreen y estudien la órbita marciana durante los próximos 10 años. No podría olvidar que la calidad de la filmografía y la perfección del detalle que ofrecerá el Curiosity a los científicos terrestres solo fue posible gracias a los avances del director cinematográfico James Cameron, autor de ‘Avatar’, ‘Titanic’ y ‘Terminator’. Y que el principal aparato geológico de exploración fue creado por científicos de la Agencia Espacial Canadiense. En síntesis, Marte o cualquier proyecto humano a gran escala solo es posible vía cooperación y colaboración cotidiana, tratando de aprovechar los mejores logros y esfuerzos de cada institución participante. La agencia espacial estadounidense, NASA, mantiene el liderazgo, pero sabe que no puede avanzar sin la cooperación de científicos que generalmente están en universidades y, por qué no, en otras agencias del mundo. La agencia espacial japonesa falló en su proyecto marciano, al tratar de hacerlo sola. Los grandes desarrollos científicos solo se consiguen con una inversión importante en el largo plazo, con una buena dosis de incentivos institucionales, financieros y por qué no, personales. El Instituto Tecnológico de Massachusetts MIT,(por sus siglas en inglés) –por ejemplo- descubrió que si negociaba patentes con sus estudiantes o profesores-creadores podía obtener mejores resultados y –de paso- generaban incentivos para futuros estudiantes prometedores.
La ciencia y la tecnología pueden avanzar mucho incentivando a las universidades que ya tienen un camino recorrido en ciertos temas y financiando lo mejor de sus iniciativas. No se necesitan nuevos centros investigativos fuera del ámbito universitario para generar ciencia a gran escala, sino incentivos suficientes.
Está claro que mientras nosotros tenemos discusiones bizantinas hay todo un mundo desarrollándose afuera, encontrando vías de solución, modos de cooperación y asociándose para construir un futuro –ojalá mejor- que el que la humanidad tiene ahora.