Imagino al robot autor de la pieza subastada en octubre de 2024 en Sotheby’s, deslizándose por sus pasillos, con una sonrisa entre soberbia y despreciativa, luego de que su obra fuera adquirida por algún ‘milmillonario’ o, quién sabe, por alguien de una de las mafias que gobiernan el mundo.
¿Adónde va?, rumbo a su secreto estudio donde prepara su primera exposición sin el auspicio de Aidan Meller, el creador de un algoritmo de inteligencia artificial (IA) para dibujar y pintar, cuyo apoyo fue crucial para su ópera prima. (Meller, el geniecillo mentor de la artista, es un personaje que exuda fatuidad, posa con sus robotinas y colecciona arte antiguo con unción).
El rostro aterrado de Alan Turing
El valor de inicio de la subasta osciló entre 130.000 y 190.000 dólares pagaderos en criptomonedas. Arte, tecnología y finanzas en una sola tríada verdadera, aquella que rige el destino de la humanidad ‘ultramodernista’. Pero, si ya ha habido imágenes creadas por la IA, ¿por qué el estruendo de este evento? “Lo que hace que esta obra de arte sea diferente de otras obras generadas por IA es que con Ai-Da hay una manifestación física… y esta es la primera vez que la obra de un robot de este tipo sale a subasta”, advirtió Meller.
Juan Martín Prada recuerda que, en los 60 del siglo XX, Max Bense, filósofo y científico alemán, propuso una definición de “estética generativa” en un escenario más amplio de lo alcanzado con sistemas generativos de IA en nuestro tiempo; mientras Christian Vinces alerta: “Nuestros ojos apenas están viendo el comienzo de lo que la IA hará en todo lo concerniente a nuestras vidas; las artes no escaparán a sus conquistas”…
La robotina ha disertado en foros y detenido el resuello del público al verla tan airosa y dueña de un acervo impresionante de conocimientos; su obra fue expuesta en la cumbre mundial de la ONU sobre IA. Pero esta vez, ingresó al firmamento del arte plástico, en medio de toda la parafernalia que merece un acto semejante, el primero en la historia. La obra de formato “heroico”, 1,6 x 2,3 metros, resuelta en técnica mixta, muestra el rostro aterrado de Alan Turing, el célebre científico informático, pionero de la IA y la computación, parecido al que debió poner Oppenheimer al percatarse de que había inventado la bomba atómica.
En 2023 el célebre cuadro La chica de la perla de Johannes Vermeer fue intervenido por IA y expuesto en el sacratísimo Museo Mauritshuis de La Haya. Materialidad y calidad táctil, el ambiente intimista labrado por la luz magistral del artista, la seducción que emerge de la perfección del rostro, fueron reproducidos por los impulsores del osado ejercicio, pero, en el escrutinio final, se hallaron dos zarcillos rutilantes en vez de uno, y mejillas y pecas con un halo extraño que lucía “inhumano”.
El estropicio que generó este hecho dio vuelta al mundo. Vermeer (Países Bajos, 1632-1675) es un artista celebrado como un notable exponente del Barroco.
Lo axial en el arte es una fusión entre idea y realización, en términos kantianos, esa idoneidad entre dos facultades mentales: imaginación y entendimiento. De ser así, los potenciales de los sistemas generativos no deberían verse como una amenaza para la creatividad humana, sino solo para algunas tecnologías previas que sí serían reemplazadas. ¿Se cumplirá esta consoladora hipótesis?
El avance de las tecnologías es insofrenable. Nadie puede vaticinar qué puede ocurrir en un tiempo en que es imposible prescindir de la automatización creativa y sus cuestionamientos éticos. ¿Están preparados los artistas humanos para defender sus creaciones visuales? No. Algunos de los patronos de los recintos de la IA han reconocido su carencia de eticidad al haber prescindido del consentimiento de los artistas para usarlas en el adiestramiento de sus modelos. Explotación cruda. “Réplicas o derivaciones de la identidad”…
A pesar de la intrusión de la IA en el mundo de las artes plásticas con esta histórica subasta, queda el respiro de que aún no le es dado crear lenguajes artísticos, ir más allá de las fronteras estilísticas de los datos e imágenes con los que ha sido entrenada. Pero proliferan inagotables páginas con catálogos de artistas de todas las épocas para su aplicación como modelos. Nadie sabe aún cuál será su destino. Sí, en cambio, la certeza de que se gestaría un aprovechamiento inmisericorde de artistas y arte humanos. Acaso lo que Yuval Harari propone abre un portillo de luz para evitarlo: “Debe ser obligatorio que la IA revele que es una IA”.
“José Luis dibuja/ en cada hoja de cada hora/ una risa/ como un aullido/ desde el fondo del tiempo/ desde el fondo del niño/ cada día/ José Luis dibuja nuestra herida”. Líneas de Octavio Paz, “demasiado humanas”, dedicadas a José Luis Cuevas.