Observando el proceso al que todos le llaman “la transición” –una frase que resume bien esa unión amorfa de fuerzas diversas que pretende descorreizar el país- una cosa salta a la vista: no hay pedagogía, ni lecciones aprendidas en un país demasiado acostumbrado a correr detrás del siguiente ídolo de barro que llene las ondas radiales y los noticieros con una voz estentórea. El Ejecutivo está concentrado en gobernar en medio de la crisis cada vez más aguda, tratando de salvar los programas sociales, de la voracidad del inmenso aparato estatal difícil de reducir. La Asamblea trata de descorreizar con leyes y reformas, pero sin la suficiente fuerza o dirección para marcar rumbo alguno hacia el futuro y demasiado atada a pactos de corto plazo y de poca monta… como siempre.
En este escenario, no cabe duda que el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social,Cpccs, es la piedra angular de este largo y difícil proceso de devolver los controles horizontales en una democracia excesivamente débil. Pero precisamente por eso, este Consejo –dirigido por uno de los más respetados personajes- estaba llamado a hacer de sus decisiones una suerte de baño de transparencia y de lecciones sobre las instituciones y el estado para el país que todavía no alcanza a entender los problemas causados por la década correísta.
El Cpccs no está explicando en forma clara y transparente la lógica de sus decisiones. ¿Por qué se escogió un CNE transitorio y no uno definitivo? ¿Por qué no se empezó por destituir o dar por terminados los períodos de este organismo que es la piedra angular de cualquier democracia y, además, fue la institución más cuestionada desde el inicio del actual gobierno? ¿Por qué para el nuevo CNE transitorio se escogieron personalidades que no saben de la cuestión electoral? Si hay una lógica detrás de las decisiones que está tomando el Cpccs, ésta debería ser clara para todos. Lo mismo pasó con la selección del Consejo de la Judicatura transitorio, dando rienda suelta a un sinnúmero de especulaciones sobre pactos secretos y no tan secretos. Todo esto no tendría cabida si el razonamiento y la jurisprudencia sobre las actuaciones del Cpccs transitorio se explicaran, se volvieran educativas, se comunicaran adecuadamente. Esto es sumamente importante porque se vienen más selecciones y queda menos de un año para que esta transición sea entendida y aprobada por la mayoría, que genere aprendizajes y consensos. No hacer transparente la lógica y los planes de esta transición es un pésimo precedente. No sólo da rienda suelta a las teorías conspirativas de quienes están empeñados en darle una línea de oxígeno al correísmo, sino que es una oportunidad perdida para que el país entienda que la democracia no sólo es un fin, sino también un medio. Y que la transición debe defender instituciones no personas, precisamente lo contrario de lo que pasó durante los años autoritarios.