En Ecuador, la paridad de género en la política se ha convertido en una obligación legal, especialmente de cara a las elecciones de 2025. Sin embargo, la realidad muestra que, aunque la norma se cumple en términos formales, su aplicación práctica revela profundas brechas en la participación femenina.
Este año, con el requisito de inscribir listas con un 50% de mujeres, se busca corregir la desigualdad de género en la política como un fenómeno estructural. Pero ¿qué tan efectiva es esta medida sin un cambio estructural en los partidos y en la sociedad?
El problema de fondo radica en la ausencia de espacios reales de poder para las mujeres. A pesar de la obligatoriedad de la paridad, los partidos siguen viendo a las mujeres como una cuota que cumplir y no como agentes de cambio.
La Constitución del Ecuador es clara: nadie debe ser discriminado por su género. Además, el Código de la Democracia refuerza esta disposición al exigir que las listas de candidatos respeten los principios de equidad, paridad, alternancia y secuencialidad. En teoría, estas normas son un avance para la igualdad de oportunidades. No obstante, la falta de estructura interna en los partidos políticos y la débil promoción de liderazgos femeninos hacen que, en la práctica, la paridad sea más una obligación que un resultado tangible.
El problema de fondo radica en la ausencia de espacios reales de poder para las mujeres. A pesar de la obligatoriedad de la paridad, los partidos siguen viendo a las mujeres como una cuota que cumplir y no como agentes de cambio. Las mujeres que terminan como candidatas muchas veces no son militantes ni comparten los principios de los partidos que las postulan. Este vacío de formación política dentro de los partidos demuestra la debilidad estructural que atraviesa el sistema político ecuatoriano.
Aunque en el papel se logra la paridad, los puestos de poder son dominio de los hombres. De los 16 binomios presidenciales anunciados para las primarias, solo dos están encabezados por mujeres. Esta cifra es una muestra clara de que la paridad en Ecuador todavía no se traduce en una igualdad efectiva.
Entonces, ¿es suficiente cumplir con la paridad legal para alcanzar la equidad de género en la política? La respuesta es no. La paridad, si bien es un avance, debe ir acompañada de una transformación en la cultura política del país. Los partidos y movimientos necesitan fortalecer sus estructuras internas. Deben promover la formación de liderazgos femeninos genuinos y garantizando que las mujeres tengan un rol activo en la toma de decisiones.
El verdadero cambio vendrá si a las mujeres se las ve como protagonistas y no como cuotas electorales a cumplir. Mientras esto no suceda, la paridad seguirá siendo una norma vacía. Será una medida que, aunque cumple con los requisitos legales, no logra modificar las dinámicas de poder. Unas que históricamente han marginado a las mujeres de los espacios de decisión.
Las elecciones de 2025 presentan una oportunidad para avanzar en la equidad de género en la política ecuatoriana, pero el desafío es enorme. Cumplir con la paridad en las listas es un primer paso, pero la verdadera transformación solo llegará cuando los partidos y la sociedad entiendan que las mujeres no son solo un número más, sino agentes esenciales para la construcción de un país más inclusivo y democrático.