Mañana se cumplen los 192 años del fallecimiento de Simón Bolívar, el Libertador, quizá el mayor héroe entre quienes lucharon por la independencia americana de la colonia española. Con sus virtudes y defectos,fue un hombre de su época y también un visionario. Entendía que la integración latinoamericana era una necesidad. Del mismo modo pensaban otros padres fundadores de los países latinoamericanos, como Manuel Belgrano o José de San Martín. Pero las complejidades y los intereses políticos impidieron que su sueño se concretara y su mayor logro político, la conformación de la Gran Colombia, debió llegar a su fin. No se pueden hacer especulaciones históricas sobre qué hubiese sido de Venezuela, Colombia y Ecuador si se mantenían como un solo país.
La integración latinoamericana es una de las grandes utopías de América Latina. Han sido muchos los esfuerzos por lograr bloques comunitarios. Algunos se han desvaneciendo porque responden a posiciones ideológicas más que una comprensión real de cómo funcionan en los tiempos actuales, de por sí globalizados, la geopolítica.
Perú, en este momento, vive un conflicto político interno que ha provocado una respuesta regional. Mandatarios de izquierda han condenado la destitución de Pedro Castillo, quien dio un golpe de Estado y el nuevo gobierno llamó a sus embajadores en esos países.
Al parecer, los golpes de Estado son válidos y hasta beneficiosos si quien los comete es alguien que comparte, aunque sea discursivamente pero no en los hechos, una posición semejante. Serán condenados, en cambio, los que sean del otro signo.
Esto revela que los políticos en América Latina no piensan en un bien superior, en el país y la institucionalidad. Nada avala un golpe de Estado, sea este civil, militar, cívico-militar, de derecha ni de izquierda. La democracia es un ejercicio más amplio. Hay que aprender a ser demócratas para honrar, si se quiere, el sueño de Bolívar.