El sector de salud ecuatoriano arrastra una crisis profunda, especialmente en zonas rurales donde la infraestructura sanitaria aún es deficiente o inexistente.
El gobierno anterior arrancó el fortalecimiento de infraestructura y equipamiento en hospitales y centros de salud, pero este plan se quedó corto. Por ejemplo, centros de salud de la Amazonía demandan una repotenciación, debido al crecimiento de la población y a las necesidades actuales.
En centros de salud de Ahuano, Chontapunta, Talag, Puerto Napo, en el cantón Tena-Napo, hace falta transporte para visitar a las familias más alejadas. Piden auxilio a la comunidad cuando no cuentan con ambulancia para trasladar a los pacientes hasta el hospital de Tena.
No todas las unidades cuentan con exámenes de laboratorio, por lo que los pacientes deben ir a los centros satélites o al Tena. El personal no puede velar correctamente por el bienestar de sus pacientes porque una buena parte no tiene ni para el pasaje de bus. La alternativa es la automedicación y las recetas ancestrales, ahondando más los problemas y la frustración de médicos y enfermeras.
Al igual que la población, los médicos rurales de Napo no tienen acceso a agua potable de calidad ni electricidad de manera continua. Deben comprar el agua en botellones.
La mala calidad del agua entubada y del río Napo y sus afluentes hace que su atención se concentre en enfermedades gastrointestinales. Pero la población demanda mayor atención a las patologías crónico degenerativas y catastróficas.
La realidad de la actividad asistencial en lugares remotos solo es una muestra del mal manejo de los recursos a nivel central. Ahí persiste el exceso de funcionarios administrativos, puestos directivos innecesarios, colocación de gerentes y directores médicos con palancas y cuotas políticas.
La disparidad en el acceso a los servicios de salud entre diferentes regiones y niveles socioeconómicos es evidente y significativa. Aunque la Constitución garantiza el acceso universal a la salud, la realidad es otra. La falta de servicios, personal, sumada a la inconsistencia en la disponibilidad de medicamentos y suministros médicos, afecta a los más vulnerables. Los frecuentes desabastecimientos obligan a los pacientes a financiar su propia atención. Inaceptable.
Los ministros de turno pasan gran parte de su tiempo buscando soluciones para procesos básicos que deberían ser expeditos, eficientes y transparentes. La corrupción y la mala administración son problemas recurrentes que desvían los fondos y reducen la eficacia del sistema de salud.
Ante esta problemática, ¿cómo un ministro puede concentrarse en mejorar la calidad de la atención, desde la prevención, el diagnóstico y el tratamiento?
No es posible que pacientes tengan que ser reoperados dos y tres veces y pasen más de diez días de internación en hospitales de tercer nivel. Parte de estos pacientes son derivados de hospitales de segundo nivel de otras provincias.
No es coherente tampoco que cirujanos generales, acostumbrados a tratar patologías benignas, estén tratando cánceres de alta complejidad sin la dirección de especialistas en esta materia. En países de la región y aún más del primer mundo esto ya no es una discusión.
Hacen falta auditorías médicas debido a la cantidad de fracasos causada por la falta de comprensión oncológica para determinar los procedimientos apropiados.
El Ecuador debería contar con equipos académicamente formados y con experiencia en trasplantes de hígado para evitar que los pacientes deban viajar al extranjero o enfrentarse a cuidados paliativos.
El nuevo ministro de salud, Antonio Naranjo, enfrenta una tarea titánica. Las inversiones en infraestructura, personal capacitado, mejoras en la administración y un enfoque que busque la equidad son claves para superar los desafíos del sector.
Sin embargo, esto requiere reformas estructurales profundas y una gestión eficaz y transparente. Solo así se garantizará un sistema de salud que responda a las necesidades de los ecuatorianos, sin importar su lugar de residencia o nivel socioeconómico.
La combinación de una correcta asignación de recursos, manejo eficiente, de calidad y una lucha decidida contra la corrupción es la única vía para construir un sistema de salud robusto y equitativo en Ecuador.