Vivir la democracia va mucho más allá de los discursos vacuos y repetitivos. Implica el respeto al derecho de los demás y desterrar la verdad absoluta. Exige también honradez intelectual, inteligencia mínima y sólidos principios éticos y morales.
La vida política en Ecuador se ha deteriorado a límites inimaginables. Los ciudadanos de mejores cualidades se han alejado de ella dejando campo abierto a la mediocridad, la corrupción y los apetitos crematísticos. La destrucción de los partidos políticos impulsada por populistas y demagogos, que han buscado el poder para satisfacer sus egos y el enriquecimiento personal y de sus grupos mafiosos, ha devenido en el deterioro de la economía, la insatisfacción de necesidades sociales, el creciente desempleo, y el atraso de la sociedad. Un análisis de la revista The Economist, de semanas recientes, señalaba que América Latina es la región que peor ha enfrentado la pandemia del Covid y que más lentamente se recuperará en los próximos años. El proteccionismo impedirá un mejor desempeño.
Ecuador vive una macro crisis que exige cambios radicales so pena de convertirse en país no viable. Su debilidad económica venía de años atrás, el despilfarro de los recursos públicos se desbocó a partir de 2007, los abundantes e inesperados ingresos fiscales por los altos precios del petróleo se destinaron principalmente al gasto improductivo, las obras de relumbrón, los subsidios demagógicos y el enriquecimiento voraz de la mafia que se encaramó en el poder.
“La nueva Constitución durará 300 años” fue la expresión arrogante para adueñarse del país como si se tratase de una hacienda recibida en usufructo. Se pretendió implantar el mismo esquema que tiene a los pueblos de Cuba, Venezuela y Nicaragua en las más humillantes condiciones de pobreza, atropello a los derechos humanos y eliminación de las libertades más elementales.
Pero la ciudadanía ecuatoriana, con sorprendente madurez, dio la espalda al candidato correísta que ganó la primera vuelta, para votar a un personaje que tenía poco atractivo electoral: setentón, religioso, banquero, millonario y limitado carisma. Pero exponía con coherencia los problemas y sus soluciones.
En los casi 5 meses que Lasso lleva en la presidencia, ha demostrado capacidad ejecutiva (la vacunación masiva es su mejor logro), de seriedad en sus acciones y de abrir el Ecuador al mundo en busca del interés nacional y sin prejuicios ideológicos.
La transformación del país no puede ser impedida por la torpeza de unos y los intereses mezquinos de otros. La ciudadanía le brindará apoyo para que lleve adelante el programa de gobierno; pero, a su vez, Lasso deberá
sacudirse del “síndrome de Carondelet”, demostrar flexibilidad mental, inteligencia política y limpiar cualquier duda alrededor de los Pandora Papers.