La vivienda del arquitecto Andrés Alarcón está rodeada de naturaleza. Son 200 metros cuadrados de construcción. Fotos: Julio Estrella/ CONSTRUIR
Son las 15:00 y el cielo sigue despejado. Se escucha el sonido de un río y el canto de un pequeño pájaro dueño de un rojo terciopelo único. Está parado sobre la rama de un algarrobo.
Gira la cabeza como si quisiera grabar en su retina la naturaleza que rodea a la casa del arquitecto Andrés Alarcón, graduado de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
Ese comportamiento también es habitual entre quienes visitan esta vivienda, pues al frente hay decenas de árboles que emergen de la quebrada y que llaman la atención con su tamaño y movimientos.
Alarcón está orgulloso de su casa, pues desde siempre soñó con tener como vecina a una quebrada. La vista es nítida. Esa obra de arte creada por la naturaleza se aprecia desde un terreno de 1 000 metros cuadrados, pero también desde el interior de la construcción, de 200 metros cuadrados.
El estudio de música funciona en la planta baja. Se trata de un lugar cerrado, al igual que el cuarto de televisión.
Se trata de una casa con forma alargada construida entre todos los miembros de la familia: su esposa Sara Andrade y sus dos hijos. “Todos hicimos algo, en la medida que nos fue posible”, cuenta el arquitecto, que suma 15 años de experiencia desde que se graduó de la universidad.
La vivienda dialoga día y noche con la naturaleza a través de los ventanales que están en la parte frontal de la vivienda, en el primer y segundo pisos.
En el lado posterior hay cemento y unas pequeñas ventanas que permiten el ingreso de la luz natural y la ventilación cruzada, evitando así el uso de ventilación mecánica.
Alarcón ama la naturaleza y por esa razón intenta ser solidario con ella, recurriendo, por ejemplo, a alternativas de construcción que reduzcan el impacto ambiental.
Los ventanales de la planta baja se abren y así la familia se vincula por completo con la naturaleza. En ese primer piso está un estudio de música, la sala, comedor, cocina, baño social y área de máquinas.
Predominan los colores blanco y negro en toda la casa. La combinación genera elegancia y sobriedad.
En esa casa también se respira música. Alarcón y su esposa son fans del rock clásico: ella escucha The Beatles, mientras que él se inclina por los temas de Guns N’ Roses. “Nos complementamos”.
En el estudio hay una batería y más instrumentos musicales, mientras que en la sala hay una guitarra eléctrica. En el estudio, en la planta alta, también hay pósteres de las bandas preferidas de la familia.
En ese piso funciona, además, el área íntima: están las habitaciones de los niños y el dormitorio máster. Todas carecen de cortinas, pues para la familia es importante despertar con la luz natural, ya que la casa está diseñada para recibir los primeros rayos del sol con total comodidad.
Los ventanales permiten un diálogo permanente con el exterior.
El diseño de la vivienda impide que el sol incomode en determinadas horas del día.
En la planta alta prima el color blanco, el favorito de Alarcón, mientras que en el primer piso los dueños de casa jugaron con una escala de grises. El piso es de cemento.
“Usamos nuestros propios pigmentos y quedamos satisfechos”. En esa parte, por ejemplo, participaron los niños, al igual que en la pintada de los tejuelos que decoran el baño social. Al arquitecto le gusta el contraste que se logra con el blanco y negro, pues además aporta elegancia, sobriedad.
El toque de color está dado por la naturaleza y las decenas de pájaros que reposan sobre los algarrobos, nombre que los moradores hicieron suyo, pues según Alarcón, al sector donde implantó su casa se lo conoce como Nayón o San Pedro del Valle. “Nosotros lo llamamos Paseo Los Algarrobos”.
La decoración es moderna. En varias estancias se aprecia una combinación de minimalismo y estilo industrial. La puerta de ingreso, por ejemplo, muestra las imperfecciones del acero.