Las chozas de la playa de Pedernales conservan el aspecto ecológico en toda su estructura. Fotos: Juan Carlos Pérez / para EL COMERCIO
La madera que arrastra la marea hacia las playas y la que se desecha en las fincas se convirtió en el principal producto de reciclaje para un grupo de montuvios manabitas.
Para ellos, esos troncos y palos adquieren un revestimiento natural al estar en contacto permanente con la salinidad y los potreros, expuestos a las heces del ganado.
Pues así se vuelven resistente a la polilla como lo dice Édison Ruiz, un artesano manabita oriundo del recinto Estero Seco, en el cantón Pedernales.
En su localidad existe una preasociación de montuvios que, desde hace siete años, reciclan madera rústica para luego convertirla en creaciones útiles para el hogar y negocios.
Elaboran sillas, mesas, anaqueles, tendederos y taburetes y artesanías decorativas. En la organización están agrupadas unas 15 personas, que son miembros de la familia Ruiz Cedeño.
Este restaurante ubicado en Pedernales se reconstruyó con sillas y mesas de maderas recicladas.
En el 2010 esta familia montó cuatro talleres de carpintería a un costado del kilómetro 27 de la vía a Pedernales.
Esa zona es conocida por los pedernalenses porque sus habitantes se han dedicado por más de 80 años a aprovechar la madera de los bosques manabitas y también al reciclaje de variedades de maderos.
La actividad en el campo es un símbolo de identidad para el montuvio de esa provincia. En ese entorno desarrollaron varias destrezas en las que el uso del machete y el sombrero de paja toquilla son aliados esenciales para cada actividad.
Líder Ruiz, un miembro del clan de artesanos en Estero Seco, cuenta que sus padres utilizaban esos accesorios para cortar la maleza y los troncos de árboles aprovechables para las carpinterías.
La jornada que, en la mayoría de ocasiones se extendía por varias horas, hacía necesario el uso de elementos de protección para el sol como el sombrero o la camisa con mangas largas. Así, por ejemplo, se desmontaban en jornadas extensas árboles como samán, cascarilla, guayabilla, naranjillo, bejuco y guayacán.
Los manabitas de Estero Seco elaboran los muebles en talleres que montaron en esta zona.
Ruiz recuerda que la motosierra no estaba al alcance de todos y, por eso, debían ingeniárselas para talar con la mayor fuerza posible el producto.
Diego Ruiz, su hermano, no ha dejado de acudir a las fincas donde obtiene la madera para elaborar sus trabajos.
Aún utiliza el machete y el hacha para cortar los troncos de árboles que encuentra desperdigados en las haciendas.
La familia Ruiz se organiza cada semana para ir a las playas a recolectar el guayacán que tiene ese aspecto reseco y pálido. Este madero lo emplean para construir los espaldares de las sillas rústicas.
Antes pasa por un proceso de acabado que incluye la aplicación de la lija, el barniz, tiñer, laca y tinte de colores café y amarillo, explica Édison Ruiz.
Las diversas creaciones que construye esta familia manabita se exhiben en las hosterías, restaurantes y chozas de la Costa y la Sierra.
En la playa de Pedernales hay unos 12 locales que cuentan con este equipamiento.
Patricio Shettini, dirigente hotelero en ese cantón, señala que en la reconstrucción de los locales afectados por el terremoto se ha priorizado un aspecto más ecológico.
Y en ese sentido, encajan las sillas y mesas que elaboran los artesanos de Estero Seco, que siguen proveyendo de estos materiales a los más de 200 establecimientos que se encuentran en el malecón del balneario.
Los puntos de atención complementan ese entorno de madera con la caña guadúa, que aparece en los pilares y columnas de cada local.