Dos años demoró la recuperación de la casona Reales del Alcázar Suites, en Cuenca. Fotos: Xavier Caivinagua para EL COMERCIO
Un sinnúmero de sensaciones afloran al ingresar a Reales del Alcázar Suites by Boutique Hotel Mansión Alcázar. La recuperación de esta casona del Centro Histórico de Cuenca es un aporte a la conservación del patrimonio.
Al interior se puede escuchar el sonido del agua de la pileta, que está ubicada debajo de las gradas; oler las lavandas del jardín, admirar las texturas de las paredes de tierra y del cielo raso de madera y disfrutar de la decoración.
Pero, también, mirar desde un ángulo diferente las cúpulas de la iglesia del Cenáculo, uno de los templos patrimonio de la humanidad, que tiene el Centro Histórico cuencano.
Para el jardín se usan plantas nativas de la región.
Ese fue un objetivo de la recuperación, dice el arquitecto y diseñador de interiores, Paúl Vázquez. “Quisimos que quienes ingresen experimenten diversas sensaciones”.
Los otros objetivos fueron, dice la propietaria Rocío Vázquez Alcázar, ayudar a la recuperación del Centro Histórico. Además, contar con suites para completar el servicio que ofrece la Mansión Alcázar, que colinda con esta propiedad.
La ejecución del proyecto empezó en el 2017 y, ahora, se ajustan los últimos detalles. El inmueble estaba en un proceso avanzado de deterioro e, incluso, había una orden de demolición por parte de la Municipalidad, cuenta Paúl Vázquez.
En la actualidad, la casa tiene 550 m² de construcción en tres niveles. De lo antiguo solo servían las paredes del perímetro.
Las suites tienen conexión con la Mansión Alcázar.
La fachada está construida con ladrillo grande artesanal y los muros de los lados de la primera y segunda planta son de adobe. Mientras que los del tercer nivel son de bahareque.
Según el arquitecto Leonardo Contreras, las paredes del callejón principal están visibles y tienen un revoque de lodo, paja y guano de caballo. Las de las habitaciones fueron cubiertas con empañete, que tiene tierra blanca, paja, guano y resina para evitar trizaduras.
En la intervención se logró una importante combinación de los elementos tradicionales o ancestrales de la región con los contemporáneos, según Paúl Vázquez. “En el proyecto se usó mucha mano de obra artesanal de la región”.
El hierro forjado y los ladrillos buscan resaltar dos íconos de la arquitectura tradicional de la capital azuaya.
Entre otros detalles, se destacan los elementos de hierro forjado como accesorios de los baños, elementos de la fachada posterior, pasamanos y parte de la decoración como los espejos. Hay elementos elaborados en los talleres de Las Herrerías de Cuenca.
El piso está recubierto con baldosa hidráulica que fue elaborada por un artesano azuayo. Es un elemento que se está perdiendo, dice Paúl Vázquez. En el segundo piso también hay tablones de eucalipto.
Un estilo sobrio fue escogido para las cuatro suites.
Se escogió un diseño sobrio y relajado para ofrecer a los huéspedes, que pueden ser familias o ejecutivos, agrega Rocío Vázquez. Ella destaca que todas las instalaciones fueron pensadas para personas con capacidades especiales o de la tercera edad, que requieren sillas de ruedas. Entre otros servicios se instaló un ascensor.
Se destacan materiales como el ladrillo, chonta y barro.
La decoración de las habitaciones estuvo a cargo del experto irlandés Robert Mcarneythomas, quien reside en California, Estados Unidos. El jardín y la pileta son otros ejemplos de combinación de lo actual con lo antiguo. En esta última se colocaron piedras de canto rodado o río, en alusión a los cuatro afluentes que atraviesan la capital azuaya.
En el jardín, en cambio, se sembraron plantas como la lavanda y jazmines. Según el experto paisajístico Sebastián Torres, la intención fue plasmar un espacio similar a los que existían en el centro y que se han perdido. Para ello, se usaron especies nativas, que atraen a los colibríes.