La sala de la casona está adornada con vitrales y cuadros con el volcán Cotopaxi. Foto: Glenda Giacometti/EL COMERCIO
La hacienda Hato Verde fue construida con las piedras expulsadas por la erupción del volcán Cotopaxi en 1877. El material pétreo de diferentes tamaños fue utilizado por los constructores de aquella época para edificar las gruesas paredes de la casona, emplazada en el camino de ingreso a la parroquia Mulaló y a pocos metros del río Cutuchi.
En la edificación de dos plantas también se utilizaron materiales como la madera, la paja, la teja y piedras sillares, provenientes de las canteras del cantón Pujilí. Los propietarios de Hato Verde desconocen la fecha en que se terminó de construir la casona, que fue restaurada en el 2000.
César Mora, propietario de Hato Verde, explica que la hacienda se convirtió en un hotel ejecutivo para albergar a los turistas extranjeros y nacionales desde el 2005. Al intervenir en la casona se modificaron las 10 habitaciones ubicadas en la primera y segunda plantas. También se adicionaron los baños de las alcobas.
En una las esquinas de los cuartos se adaptaron pequeñas chimeneas metálicas que conjugan con los grandes ventanales por donde se puede observar al volcán, el tentadero, los sembradíos y las 36 hectáreas de pastizales.
Las habitaciones cuentan con aparadores y sillas de madera de estilo colonial. En las paredes, en cambio, se colgaron pinturas de la artista quiteña Sussy Palacios.
En los 25 óleos se pintaron caballos, flores, la cosecha que realizan los indígenas de Saquisilí, otros pueblos andinos de Cotopaxi y los diferentes personajes que intervienen en la tauromaquia.
“No hubo modificaciones en la estructura de la vivienda y se mantuvo el estilo de una típica hacienda ganadera”, indica Mora. La fachada de la hacienda Hato Verde tiene gruesas columnas de madera, techos extendidos y ladrillo visto. El piso interior y exterior mantiene las piedras sillares que combinan con los jardines, un pozo y una cruz de piedra.
Las paredes de la sala cuentan con objetos decorativos que muestran la interculturalidad de la Sierra y la simbiosis cultural que surgió con el mestizaje. Cada pared está dedicada a una de las fiestas populares de los cantones de Cotopaxi y celebraciones indígenas, como el Inti Raymi, Paukar Raymi y otras.
En algunos sectores se ubicaron campanas, pailas de bronce y aciales (estos objetos son una especie de látigos elaborados con piel de borrego y la extremidad inferior del animal), que son un símbolo de autoridad para los hombres, que los usan sobre el tradicional poncho de colores.
Las prendas elaboradas con lana de borrego son confeccionadas por los indígenas de Saquisilí. También hay vitrales del artista latacungueño Alfredo Pérez Monje. Las representaciones de las montañas y volcanes están ubicadas en la sala, la cocina y el comedor. Otra de las reliquias con que cuenta la casona es un filtrador de agua colonial. El aparato constituye dos piedras pómez grandes, por donde corre el líquido vital y a los pocos minutos sale filtrada el agua.
“La idea es que los turistas que visitan nuestra hostería puedan conocer un poco de la historia de Cotopaxi a través de la decoración. Además, los elementos andinos en el restaurante tienen relación con lo que se ofrece en la hacienda”, cuenta Rosario Mosquera, gerenta de Hato Verde.