Francisco Almeida en la sala de su departamento. Este ambiente se vincula con la cocina, que se la observa al fondo. Fotos: Vicente Costales / CONSTRUIR.
Un recorrido de cinco kilómetros y un tiempo de 15 minutos para desplazarse entre la casa y sus sitios de trabajo forman parte del diario vivir de Francisco Almeida.
“Calidad de vida, dada por la forma de usar el tiempo”. Así define este joven arquitecto al tema urbano que rige su cotidianidad, un parámetro básico para elegir la ubicación de su vivienda.
El espacio habitable también se caracteriza por cuestiones funcionales. Sus búsquedas se dan en base a espacios que sean multifuncionales o dinámicos, que puedan cambiar con el tiempo, que no sean estáticos. “Siempre estamos pensando, desde nuestra experiencia personal de cómo vivimos, en cómo pueden evolucionar los espacios”.
Hace tiempo, el departamento donde vive con su esposa y socia, que también es arquitecta, sirvió como oficina. Almeida cuenta que este entorno ha variado y se ha adaptado a sus necesidades.
Las texturas se logran con papel tapiz y luz natural.
El arquitecto lo define como un departamento conformado por espacios diáfanos, que no son muy cargados en cuestión acabados, sino que permiten que la vida y la transformación de las personas que lo habitan vayan dando ese toque de decoración necesario.
“El espacio tiene que tener las cualidades adecuadas en temas de luz, de textura, de proporción, para que con los años esos espacios se vayan llenando, de acuerdo a cómo nosotros vamos evolucionando con el tiempo”.
Esta familia prefiere acabados que “envejezcan bien”, que con el tiempo tengan la posibilidad de darle madurez al hogar y que puedan acompañar al resto de elementos que no son permanentes como el amoblamiento o la iluminación, que son temas que pueden cambiar. “Se buscan materiales que se puedan reemplazar, de ser necesario”.
Una de esas preferencias es la presencia de madera en la cocina, recurso que los arquitectos usan también en sus proyectos. Esto se debe a que se trata de un material muy diverso. “En vez de picar sobre una tabla se puede hacer sobre el propio mesón, esto lo desgastaría pero evidenciaría el paso del tiempo natural sobre el material”.
La oficina está cerca de su vivienda y ahí hay una cocina con mesón de madera.
Almeida sostiene que se trata de un material sostenible si viene de fuentes renovables. Además, es cálido, lo que considera importante en la cocina, un importante lugar de reunión familiar. Ante el paso del tiempo en la madera utilizada para estos fines, el arquitecto recomienda un tratamiento de lacado y pulido.
Con las paredes blancas, la pareja busca ambientes que potencien la luz. Donde hay en exceso y una buena iluminación se marca el ambiente con texturas para que resalte la presencia de sombras. En cambio, donde hay poca luz, los acabados son mucho más puros y blancos.
La mejor iluminación siempre es la natural, comenta Almeida. “También nos gusta experimentar mucho con la sensación lúdica que tiene la iluminación, con aperturas bastante dramáticas de iluminación cenital, con ingreso de luz a través de texturas”.
La iluminación complementa los espacios de trabajo.
El tema iluminación también se vincula con la sostenibilidad. Estos arquitectos procuran, al menos durante todo el día, tener iluminación y ventilación natural. Ese es un objetivo seguro, no solo en su vivienda sino en cualquier proyecto: que los lugares que diseñan no necesiten iluminación artificial durante el día.
En cuestión de color, Almeida destaca la importancia de contrastar. “Sin contraste no hay arquitectura”. Explica que cuando los espacios tienen un estado sencillo se pueden resaltar con alguna textura o un material rugoso, por ejemplo, una piedra, un ladrillo o algún acabado distinto de la misma pared, siempre buscando contrastes entre lo cálido, lo frío, las texturas y lo llano.