La Cerámica es una calle estrecha y larga que nace en el centro de Tumbaco y se estira hacía el sur hasta morir abruptamente -en una cuesta de mil quinientos metros- en el corazón de cangahua del Ilaló, el monte tutelar que parece un inmenso pan verde que divide los valles de Tumbaco y Los Chillos.
Es una calle adoquinada pero estrecha que, casi al final de su recorrido, se vuelve mínima. Y anónima. En uno de sus últimos recodos, como escondida por la floresta, se emplaza la vivienda de Igor Muñoz.
Cuencano de nacimiento pero afincado desde hace más de 30 años en la capital ecuatoriana, Muñoz es un arquitecto y diseñador de interiores y de objetos de 56 años con un currículo más gordo que el Libro de Petete. También es catedrático del Colegio de Arquitectura de la Universidad San Francisco.
Entre sus trabajos se pueden anotar los diseños del pabellón ecuatoriano para la Feria Universal de Hannover, del pabellón andino amazónico de los cinco países miembros para la Expo Aichi de Japón 2005 y del pabellón de Turismo de Ecuador. Este fue totalmente de bambú y se montó 18 veces en diversos países y ciudades; una verdadera marca en el país.
Muñoz posa en la escalera metálica que une a la segunda plataforma con el tercer nivel, donde están las áreas íntimas. Se destaca la pared de canguahua
Hijo y nieto de ingenieros, arquitectos y artistas, Igor no hizo otra cosa sino seguir el derrotero que le indicaba su ADN. Sus tres hijos también se encaminan en ese rumbo sin ningún titubeo.
Su casa es un reflejo total de sus concepciones más arraigadas de lo que significa la arquitectura y el diseño para él. Es una sui géneris muestra de lo que pueden lograr -cuando se juntan con empatía- la cratividad y los materiales endémicos de un lugar.
Es una vivienda amplia, de 380 m² de construcción divididos en tres plataformas o niveles y encerrada por una hectárea de vegetación, donde prevalecen las especies endémicas de la zona de Tumbaco. Esta amplia y magnífica floresta hasta incluye una acequia que lindera un lado de la propiedad y que no ha sido tocada, como pasó con los predios vecinos.
Levantada sobre el duro suelo de cangahua -ceniza compactada sumamente dura- que prevalece en la zona, la casa es como un sombrero de mago que sorprende con cada nuevo ambiente.
La fusión entre las fachadas de ladrillo decorativo y la vegetación exterior es bien lograda. Hay equilibrio, movimiento y dinamia.
La primera impresión la da el ingreso principal: un túnel de 20 metros de largo excavado en la propia cangahua y que comunica la plataforma más baja con el segundo nivel, donde se distribuyen las áreas sociales. La sugerente iluminación por dicroicos es el complemento ideal para que este mínimo socavón ponga a los visitantes con todos los sentidos alertas.
La segunda planta, asimismo, tiene sus propios anzuelos. El principal: la gran pared de cangahua sin ningún tratamiento que funciona como una especie de muro divisorio. La utilización del ladrillo -asimismo en crudo- como elemento principal de las fachadas y tabiquerías. No es un ladrillo estructural sino decorativo y se usó en forma de aparejo; es decir, como suelen guardarlo los adoberos en los hornos, antes de venderlos.
¿La estructura? Es metálica y se extiende también hacia la tercera planta, donde funcionan los dormitorios y las áreas íntimas. Un gran tragaluz -que se regula según el clima- es el encargado de entregar la luz natural a la medida de lo que se requiere. Y, como no, también regula la temperatura interior. Los grandes ventanales complementan la dotación de luz solar.
Un ángulo de la sala principal, con el amoblamiento y las plantas que lo llenan. Al fondo se observa una pared de ladrillo en aparejo.
Los exteriores están llenos de plantas y espacios verdes. Los interiores también tienen su justa ración de naturaleza. Una gran pérgola amoblada y con el asadero de rigor se abre junto a la sala y sirve para la interacción y la plática de la familia Muñoz, que tienen una activa vida social.
La casona tiene otra innovación: la seguridad. Cuando se precisa, la casa queda totalmente cerrada y blindada mediante dos puertas de seguridad. Así, la única salida o entrada es por el túnel, también cerrado herméticamente.
La última novedad que sale de la chistera de cangahua, ladrillo y acero de Muñoz es la iluminación artificial, nocturna. Como Igor mismo afirma: la casa tiene una estética femenina. El día luce tal cual una mujer normal y corriente; la noche, en cambio, se pone sombras y colores, se viste de gala y se acicala como para una gran fiesta. Y se vuelve totalmente bella.
Si en el día, la casona es un refugio cómodo, funcional y con mucha luz; en la noche se convierte en un escenario de las mil y una noches.