La vivienda, ubicada en el valle de Guayllabamba, se adaptó al mirador existente en el terreno. Fotos: Cortesía AR+C Arquitectos
El terreno de cerca de una hectárea se caracterizaba por una colina que se convertía en un mirador natural. Con vistas a las montañas y casas aledañas del valle de Guayllabamba, era un sitio privilegiado para construir una vivienda para los fines de semana.
Así nació el proyecto Casa Mirador, a cargo de los arquitectos Francisco Almeida y Tatiana Bohórquez, de AR+C. El arquitecto Almeida explica que no se buscó conservar la colina como una característica aislada de la casa, sino aprovechar esa condición y mimetizar la construcción con la naturaleza, de tal manera que la vivienda se convirtiera en una continuación del entorno.
Para lograrlo se empotró la casa en la pequeña colina. El proceso constructivo consistió en excavar y hacer un muro de contención para aislar la humedad y construir la estructura dentro de ese muro. Para conseguir esa continuidad de la vivienda y la vegetación colocaron una cubierta ajardinada con césped natural.
La vivienda se construyó en una colina. Predominan materiales naturales como la madera y la piedra, además de un volumen blanco que enmarca la construcción.
La decisión de los materiales para la construcción también fue clave para que se adaptase a las condiciones de la colina. Almeida indica que se optó por una estructura de hormigón, ya que es un material más amigable con la humedad, un problema que puede surgir al estar ‘enterrados’.
La vivienda, de 140 m² de construcción, se compone de un volumen blanco para enmarcarla. También utilizaron piedra de travertino, un mármol joven, para las áreas húmedas como los baños, cocina y en el ingreso. En el interior se eligió a la madera como elemento principal para lograr calidez, presente en los pisos, mobiliario y puertas. Los ventanales, por ejemplo, son de madera de seike.
La iluminación es otra característica de la vivienda. Los grandes ventanales ubicados en toda la planta permiten el ingreso de luz a toda hora, por eso se prescinde de iluminación artificial durante el día.
La edificación tiene grandes ventanales para aprovechar iluminación natural. Desde la sala se accede al mirador.
El uso de las claraboyas en los baños además de aportar luz generan una ventilación natural. También protege a los espacios de la humedad. En el interior, los ambientes comunales están unidos por una cocina abierta que brinda una sensación de amplitud. De acuerdo con los arquitectos, se pensó en los dos dormitorios como los espacios más reducidos de la vivienda, ya que la mayor parte de actividades se concentra en el área social.
El color blanco también predomina en el interior. Junto a la luz natural generan más luminosidad y amplitud. El mobiliario es moderno con colores neutros entre negro, blanco, beige y gris.
En el interior predomina la madera para alcanzar calidez. Está presente en el piso, mobiliario y ventanales.
En la parte de la sala se dejó un espacio para una jardinera con pequeñas piedras y una escalera de madera para subir a la terraza, que a su vez es el mirador y la parte superior de la colina.
La estructura fue calculada para resistir 20 centímetros de vegetación sobre cubierta. Las claraboyas instaladas se abren permitiendo ventilación cruzada y la comunicación desde la casa hacia la terraza-mirador.
Según Almeida, al ser una casa enterrada, una de las cualidades es que goza de una temperatura estable. Durante el día acumula todo el calor que se genera gracias al clima privilegiado del valle, mientras que en la noche recibe la frescura del aire gracias a la ventilación natural existente a través de las claraboyas.