Ana Raquel Cevallos en la sala de su departamento, en el norte de Quito. Ella diseñó el mural y el juego de comedor. Fotos: Julio Estrella/ CONSTRUIR
Ingresar a la casa de la arquitecta Ana Raquel Cevallos es como entrar a una sala de exposición: en cada espacio hay piezas y acentos de arte que evocan una determinada época, paisaje o momentos importantes para esta profesional, también amante del diseño y paisajismo.
En una pared, ubicada en medio de dos ventanales, se destaca una colección de platos decorativos con toques de color que muestran el talento de René Magritte, pintor surrealista belga, uno de los favoritos de Cevallos.
En la pared de la derecha se observa el arte de René Magritte, pintor surrealista belga.
A la derecha, en la pared del fondo, está un mural diseñado por esta arquitecta e inspirado en los tapices que se hicieron en una escuela de diseño alemana en los años 30.
Está compuesto por una serie de geometrías de formas básicas con colores neutrales, combinados con ciertos acentos de color sobre un fondo blanco. Frente a la pared en la que reposan las pinturas de Magritte hay otro lienzo blanco donde se destaca un jardín vertical, también ideado y desarrollado por Cevallos.
Este jardín vertical está elaborado con plantas nativas de la ciudad. Alrededor hay figuras diminutas que cuentan una historia.
Está integrado por una serie de plantas aéreas que requieren de aire y de un baño de agua para vivir.
Son plantas nativas de Quito dispuestas estratégicamente y con diminutos elementos a su alrededor para contar una historia. En ese caso, se observa a unos pequeños escaladores colgando de esas especies.
El recorrido visual termina con una postal natural que evoca a la flora del país, compuesto por un juego de tres maceteros. En uno de esos está una orquídea Maigua. “Todo este recorrido te envuelve. Siempre hay algo interesante”.
La arquitecta Cevallos instaló un pequeño huerto en el balcón de su departamento, de 200 metros cuadrados.
Esos elementos se destacan durante la mañana gracias al baño de luz natural que ingresa por los ventanales y al uso de colores neutros como base.
Las paredes del departamento de Cevallos,, de 200 metros cuadrados de construcción, están pintadas de blanco.
El toque de color, asegura la arquitecta, está en elementos como los cojines. Los que reposan sobre el mueble principal de la sala, por ejemplo, están elaborados a mano y con fibras naturales.
Esas, precisamente, son las encargadas de dar texturas. Lo mismo sucede con las fibras de la tela seleccionada por Cevallos para tapizar las sillas del comedor, también diseñadas por ella, al igual que la mesa y una bancona que está en la sala, frente al huerto.
El mural y el juego de comedor son diseños propios, al igual que una bancona que reposa en la sala.
Para crear el juego de comedor esta especialista se inspiró en los muebles daneses de los años 50. Se caracterizan por poseer líneas puras, mismas que permiten apreciar una antigüedad ubicada en el centro de la mesa, ésta elaborada con materiales puros como la madera, vidrio y acero.
Se trata de una ventana de un templo hindú. Otra antigüedad, herencia de su esposo, está en el centro de la sala: un conjunto de tres mesas de madera de diferente tamaño. Tienen alrededor de 40 años.
Este mobiliario, diseñado para su hijo, es transformable.
“Todo este conjunto es el que te mantiene cautiva”, dijo Cevallos, señalando un mosaico de cuadros, ubicado en la entrada de su casa, construida hace 15 años con materiales tradicionales como el concreto.
La vivienda está ubicada en el norte de Quito, a unos pasos de la González Suárez. Tiene vistas a la Embajada de Argentina y al volcán Pichincha.