Todos los ecuatorianos tenemos las expectativas puestas en el nuevo Gobierno elegido, más que por simpatía al candidato triunfante, por un evidente rechazo a las políticas de los gobiernos anteriores.
De ésto el ganador está muy consciente y, como tal, debería estar dispuesto a cumplir las ofertas de campaña y acatar, a rajatabla, las condiciones, propuestas y sugerencias de sus mandantes; optando por rodearse de profesionales capaces, preparados y, fundamentalmente honestos que, por cierto, en nuestro país abundan y desechar a los políticos corruptos que, en un momento determinado, formaron parte de las anteriores administraciones y que ahora luchan denodadamente por enquistarse en las diversas funciones del Estado, beneficiándose, en el mejor de los casos, de las consabidas prebendas políticas o, simplemente, caer en las tentadoras garras de la corrupción que, por desgracia, ya ha echado sus raíces en nuestro, otrora, hermoso, pacífico y pródigo país.
Hacemos votos porque la paz, la democracia, el patriotismo y la institucionalidad vuelvan a sentar sus reales en nuestra amada patria, propendiendo con ello a su desarrollo, progreso y engrandecimiento.