Por un accidente escuché, por no más de 2 minutos, la sabatina del 8 de este mes en la que el caudillo con una violencia que supera su ya conocido carácter confrontativo, agradeció a la población de Mocache, provincia de Los Ríos, por el aplastante triunfo de Alianza País en esa jurisdicción. 68% de los votos a favor de Moreno- Glas frente a 32% para Lasso -Páez, significa que Mocache votó en contra de la candidatura de la banca y la oligarquía, que tiene clubes elegantes, universidades elegantes, barrios exclusivos, y automóviles lujosos. Es decir, el populismo llevado a los extremos más degradantes y con una dosis de odio, violencia y lucha de clases, que profundizará todavía más la peligrosa división de la sociedad, producto de estos 10 años de demagogia, confrontación, propaganda apabullante, autoritarismo, concentración de poderes, restricción a las libertades y manipulación de todas las instituciones.
El mensaje del jefe de Estado saliente está claro: seguirá en su política divisionista y de odio en las semanas que le faltan para entregar el poder. Poco le importa lo que dejará como herencia a los ecuatorianos y menos la necesidad del nuevo gobierno – si se confirma a Lenin Moreno – de llamar a la reconciliación nacional y pedir la colaboración de todos, incluyendo a los empresarios grandes, medianos y pequeños, arrimando el hombro y con la mira puesta exclusivamente en lo que conviene a la nación, hacer frente a la durísima tarea de superar la crisis, devolver la confianza a los ciudadanos, restablecer la independencia de los poderes, reinstitucionalizar al país, castigar la corrupción sin precedentes en la historia nacional, recuperar el empleo perdido, lograr tasas de crecimiento económico sostenido, en suma, devolver el optimismo y la convivencia pacífica.