Hablar de democracia en este lado del planeta resulta muchas veces contradictorio y otro tanto distópico, luego, hacerlo en un terreno en el que fueron pan del día dictaduras militares y derrocamientos presidenciales es, cuando menos fantasioso, sobre todo en estos momentos de fractura.
Sin embargo, a veces es necesario y muy urgente repasar un poco las páginas que a la mayoría de gente se le pasan por alto, por ejemplo, hablar del reciclaje político en el que vive sumergido este país, históricamente. Más allá de las viejas contiendas “ideológicas”, -partidistas más que ideológicas, por el fondo- casi siempre inconsecuentes, lo preocupante y vergonzoso es ver cómo los antiguos círculos de poder se han convertido hoy en día en verdaderos entramados diseñados para sacar el máximo provecho a sus tradicionales prácticas, para desviar a sus arcas la mayor cantidad de fondos públicos, en perjuicio de una ciudadanía a la que, por otro lado, cada día el aparato gubernamental le exige más.
Disfrazados de “jóvenes empresarios”, “promesas políticas” y otros títulos por demás generosos, varias figuras nóveles, manipuladas a merced por nuestra política más patética y reciclada, han salido a la luz para confirmar lo que hace un tiempo se volvía evidente: tejidos densos de corrupción en todos los niveles de gobierno que enriquecen a los pocos que conservan la vieja práctica de cercar los contratos estatales en su beneficio, aún en momentos en que la desesperación y la tragedia se desbordan, bajo la sombra ciega de un aparato estatal que cada vez más, involuntariamente por supuesto, obra en perjuicio de su población, de “su soberano”.