Leí con mucha atención la vida, obra y milagros del articulista Pablo Cuvi, para sobrevivir por Europa. Sin embargo, la última línea de su comentario me dejó un mal sabor de boca al decir que “la influencia espiritual del Papa y su anticomunismo daban un espaldarazo a Febres Cordero”.
El Papa no vino a dar una ayuda política a nadie, vino a visitar al pueblo cristiano. Vino a visitar al pueblo que, lo creemos por fe, Dios le había encomendado. Si el Papa tuviera que visitar a los feligreses cuando el presidente sea un ángel, ya tendríamos que resignarnos a que no lo veamos nunca en ninguna parte del mundo. No le quedaría otra que encerrarse en el Vaticano y poner candados por dentro y olvidarse del mundo.
Claro que de darse ese caso, muy improbable por suerte, no faltarían los críticos que dijeran que el Papa debería salir a visitar a su feligresía aunque al frente de las naciones estén verdaderos dictadores.
Lamento que el Sr. Cuvi llame a unos religiosos sus “padres y madres de su agnosticismo” pero también creo que es hora de hacer lo que otras personas, que vivimos experiencias peores gracias a profesores laicos y agnósticos, hemos hecho: superar el pasado, vivir el presente y proyectarnos al futuro.