A pesar de reconocer la necesidad de establecer diálogos entre Colombia y Venezuela, no podemos olvidar que el presidente Nicolás Maduro desencadenó el problema fronterizo al deportar masivamente a humildes refugiados colombianos.
Además, su gobierno viola, en forma sistemática, los derechos humanos de los opositores políticos –el caso más emblemático es el de Leopoldo López–. Estas acciones le han merecido el rechazo de la mayoría de naciones del mundo, salvo, claro está, las que comparten la ideología del socialismo del siglo XXI, que prefieren guardar un silencio cómplice ante lo que allí acontece.
Quienes defendemos la vigencia de los derechos humanos en el continente americano expresamos nuestro repudio a la presencia de Maduro en el país.