En todas las competencias, en todas las disciplinas y arrasando, si el Gobierno de la revolución, con los ministerios del Deporte y Exteriores a la cabeza, trascendiendo los pequeños limites patrios y la frontera de nuestra mediocre realidad, se hubiera propuesto, usando los medios que utiliza siempre, ‘meter la mano’ a los juegos Olímpicos de Londres para que las reglas olímpicas varíen según los dictados de su socialismo cortado a la medida de la conveniencia coyuntural con los que viene manejando su invento de República. Pongamos como ejemplo la reina de las competencias de atletismo. Nuestros esforzados representantes deberían arrancar, no ya, con el resto de atletas, esto es desde los 100 metros, sino al menos a partir de los ochenta, validados por ser originarios de la latitud explotada por más de 500 años.
Desde ahí para adelante y desde entonces debería, siempre según su criterio minimalista y chovinista, irse recortando al menos 10 metros por estar en la geografía de la América Perdedora; otros 10 de rebaja por venir de un país de la Alba; deducir 10 más si el compatriota, y seguro que sí, es de las minorías étnicas (que la realidad dice que más bien son mayoría); restar 10 si pertenece a grupos de preferencias sexuales distintas y una yapa de al menos 21 si es simpatizante de los gobiernos revolucionarios de este siglo (y aunque no fuere, simple: que aparente).
Reste todo, lectora, lector y además traspole a cualquier deporte de los juegos, ¿Seríamos o no campeones olímpicos? ¡De largo y en todo! ¿Y Jefferson Pérez con todo su ejemplo de esfuerzo y excelencia?, pues nada, él ya es parte de la larga noche neoliberal y hay que olvidarlo.
Con esto los noveleros ya podrían desfilar en gloria por la Avenida de los Triunfos, para además recibir la pública disculpa, de su noble pueblo del bochorno por la metida, esta no de mano sino más bien de pata, de una despistada secretaria.